Página 361 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 5 (1998)

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El casamiento con los incrédulos
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una promesa tan temeraria. Es mucho mejor retirar una promesa
tal, en el temor de Dios, que cumplirla y por ello deshonrar a su
Hacedor.
Recuerde que tiene un cielo que ganar, una senda abierta a la
perdición que rehuir. Dios quiere decir lo que dice. Cuando prohibió
a nuestros primeros padres que comiesen del fruto del árbol del
conocimiento, su desobediencia abrió las compuertas de la desgracia
para todo el mundo. Si andamos en forma que contraríe a Dios,
él nos contrariará a nosotros. Nuestra única seguridad consiste en
rendir obediencia a todos sus requerimientos, cueste lo que cueste.
Todos están fundados en una sabiduría y un amor infinitos.
El espíritu de mundanalidad intensa que existe ahora, y la dispo-
sición a no reconocer derechos superiores a los de la complacencia
propia, constituyen una de las señales de los postreros días. “Como
fue en los días de Noé -dijo Cristo-, así también será en los días
del Hijo del hombre. Comían, bebían, los hombres tomaban muje-
res, y las mujeres maridos, hasta el día que entró Noé en el arca; y
vino el diluvio, y destruyó a todos”.
Lucas 17:26, 27
. Los miembros
de esta generación se están casando y dando en casamiento con el
mismo desprecio temerario de los requerimientos de Dios que se
manifestaba en los días de Noé.
Hay en el mundo cristiano una indiferencia asombrosa y alar-
mante para con las enseñanzas de la Palabra de Dios acerca del
casamiento de los cristianos con los incrédulos. Muchos de los que
profesan amar y temer a Dios prefieren seguir su propia inclinación
antes que aceptar el consejo de la sabiduría infinita. En un asunto
que afecta vitalmente la felicidad y el bienestar de ambas partes,
para este mundo y el venidero, la razón, el juicio y el temor de Dios
son puestos a un lado, y se deja que predominen el impulso ciego y
la determinación obstinada. Hombres y mujeres que en otras cosas
son sensatos y concienzudos cierran sus oídos a los consejos; son
sordos a las súplicas y ruegos de amigos y parientes, y de los siervos
de Dios. La expresión de cautela o amonestación es considerada
como entrometimiento impertinente, y el amigo que es bastante fiel
para hacer una reprensión, es tratado como enemigo.
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Todo esto está de acuerdo con el deseo de Satanás. El teje su
ensalmo en derredor del alma, y ésta queda hechizada, infatuada.
La razón deja caer las riendas del dominio propio sobre el cuello