Página 369 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 5 (1998)

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El sostén de las misiones urbanas
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y las asociaciones rehusando llevar la pesada carga? ¿Ejercerán
en forma verbal y escrita una influencia que desanime a los que
están dispuestos a trabajar? Cualquier proceder de parte de ellos
que fomente la indolencia y la incredulidad es criminal en el más
alto grado. Deben animar a la gente a ser diligente en la causa de
Dios, a esforzarse hasta donde pueda por la salvación de las almas;
pero nunca deben ellos dejar la menor impresión en sus mentes de
que están sacrificando demasiado por la causa de Dios, o que se
exige de ellos más de lo que es razonable. En la lucha celestial algo
tiene que aventurarse. Ahora es el momento cuando nos toca trabajar
y hacer frente a las dificultades y peligros. Dice la Providencia:
“Marchad adelante”, no de vuelta a Egipto; y en lugar de formular
un testimonio que agrade al pueblo, procuren los ministros despertar
a los que están dormidos.
Noto en su carta, pastor M, una veta de incredulidad, una falta
de juicio y discernimiento. Su posición corrobora el testimonio que
he recibido de que usted le está dando a la asociación un molde
estrecho y que ha estorbado su progreso, porque no ha puesto en alto
el estandarte de la verdad. Citaré en esta instancia algunos párrafos
del testimonio que recibí y que fue escrito durante la sesión del
Congreso de la Asociación General celebrado en Battle Creek en
noviembre de 1883:
“Nuestra conversación respecto a la misión de _____ ha dejado
una impresión desagradable en mi mente. Que no se me juzgue de
ser severa en mis declaraciones concernientes a esta misión. Usted
habló con gran satisfacción acerca de la manera en que esta obra se
había llevado a cabo. Dijo que el Hno. O y sus asociados estaban
dispuestos a hacer lo que fuera necesario para llevarse bien. Que
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tenían un pequeño cuarto en un desván donde preparaban la comida,
y que estaban haciendo una buena labor de la manera más económica
posible. Sus ideas acerca de este asunto no son correctas. La luz
que Dios nos ha impartido, que es más preciosa que el oro o la
plata, es que hay que proceder de tal manera que se le dé carácter
a la obra. Los hermanos vinculados con esta misión no están libres
de debilidades humanas y, a menos que se preste atención a su
salud, su obra será avergonzada. Los que están frente a la obra en
esta asociación no debieran permitir que exista semejante estado
de cosas. Debieran educar al pueblo a que den de sus recursos