Página 370 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 5 (1998)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 5
para que los obreros no sufran necesidades ni estrechez económica.
Como mayordomos de Dios, la responsabilidad recae sobre ellos
de ver que no solamente una o dos personas tengan que ser las que
más se sacrifiquen mientras que otras están a sus anchas comiendo,
bebiendo, vistiendo y calzando, sin pensar en nuestras sagradas
misiones o en su deber para con ellas.
“Me ha sido mostrado, pastor M, que usted no tiene un pun-
to de vista correcto respecto a la obra, que no se da cuenta de la
importancia de ella. Ha dejado de educar al pueblo en cuanto al
verdadero espíritu de sacrificio y devoción. Ha temido instar a hom-
bres de recursos a que cumplan con su deber; y cuando ha hecho
un débil esfuerzo en la dirección correcta, y ellos han comenzado a
poner excusas y a hallar alguna pequeña falta en alguien respecto
a la administración de la obra, usted ha pensado que tal vez tengan
razón. Este subterfugio, que ha desarrollado en ellos la duda y la
incredulidad, ha tenido efecto en su propio corazón y ellos se han
aprovechado de esto y han aprendido exactamente cómo contrarres-
tar sus esfuerzos. Cuando ellos han fomentado duda en cuanto a
los testimonios, usted no ha hecho lo que debió haber hecho para
desarraigar este sentimiento. Debió haberles manifestado que Sa-
tanás siempre está buscando faltas, dudando, acusando y trayendo
reproche sobre los hermanos, y que no hay seguridad al encontrarse
en posición semejante”.
“Hermano mío, usted no ha seguido una línea de procedimiento
que anime a los hombres a dedicarse al ministerio. En vez de reducir
los gastos de la obra a una suma baja, es su deber hacer que las men-
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tes del pueblo comprendan que ‘el obrero es digno de su salario’”.
“Las iglesias necesitan ser impresionadas con el hecho de que es su
deber tratar honestamente con la obra de Dios, no permitiendo que
repose sobre ellas la culpabilidad de la peor clase de robo, que es
robarle a Dios los diezmos y las ofrendas. Cuando se hagan arre-
glos con los obreros en su causa, no debe obligárseles a aceptar una
remuneración pequeña, porque falta dinero en la tesorería. De esta
manera muchos han sido defraudados al no recibir su justo pago y
es tan criminal a la vista de Dios como lo es retener el salario de los
que están empleados en cualquier otro negocio regular.
“Hay hombres capaces a quienes les gustaría salir y trabajar en
varias asociaciones; pero no se animan porque necesitan tener los