Página 371 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 5 (1998)

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El sostén de las misiones urbanas
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medios para sostener a sus familias. Permitir que una asociación
permanezca inconmovible o que deje de pagar sus justas cuentas,
constituye la peor clase de administración. Mucho de esto se prácti-
ca; y cada vez que se lo hace, Dios siente desagrado.
“Si los presidentes y otros obreros de nuestras asociaciones
inculcan en las mentes del pueblo la naturaleza del delito de robar a
Dios, y si poseen un verdadero espíritu de devoción y un sentido de
responsabilidad por la obra, Dios hará que su labor sea una bendición
para el pueblo, y se verá el fruto de sus esfuerzos. Los ministros han
fracasado grandemente en su deber de trabajar de esa manera con
las iglesias. Aparte de la predicación hay una labor importante que
hacer. Si esto se hubiese hecho como Dios ordenó que fuese, habría
habido mucho más obreros en el campo de los que hay ahora. Y
si los ministros hubiesen cumplido con el deber de educar a cada
miembro, rico o pobre para dar según Dios los haya prosperado,
habría abundancia de recursos en la tesorería para pagar las deudas
justas a los obreros; y esto adelantaría grandemente la obra misionera
en todos sus confines. Dios me ha mostrado que muchas almas están
en peligro de ruina eterna por causa del egoísmo y la mundanalidad;
y los atalayas son los culpables, porque no han cumplido su deber.
Este es un estado de cosas que a Satanás le regocija ver.
“Todas las ramas de la obra pertenecen a los ministros. No es la
orden de Dios que alguien debe seguir tras ellos para atar los cabos de
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una obra inconclusa. La asociación no está obligada a emplear a otros
obreros para seguir detrás y rehacer las puntadas sueltas dejadas por
trabajadores negligentes. Es el deber del presidente de la asociación
fiscalizar a los obreros y su trabajo, y enseñarles a ser fieles en estas
cosas, porque ninguna iglesia que le robe a Dios puede prosperar. La
escasez espiritual en nuestras iglesias es frecuentemente el resultado
de un alarmante predominio del egoísmo. Los intereses y proyectos
egoístas y mundanales se interponen entre el alma y Dios. Los
hombres se aferran al mundo, al parecer con el temor de que si se
sueltan de él, Dios dejaría de cuidarlos. Y así intentan cuidarse a sí
mismos; están ansiosos, preocupados y angustiados, reteniendo sus
grandes fincas y añadiendo a sus posesiones.
“La Palabra de Dios habla acerca del ‘jornal de los obreros... el
cual ha sido retenido por vosotros’.
Santiago 5:4
. Generalmente se
entiende que esto se aplica a hombres acaudalados que emplean a