Página 372 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 5 (1998)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 5
sirvientes y no les pagan por su labor, pero tiene un significado más
amplio que éste. Se aplica con gran fuerza a aquellos que han sido
iluminados por el Espíritu de Dios y que aún así en cualquier grado
obran conforme al mismo principio que estos hombres que emplean
a sirvientes, obligándolos a aceptar el salario más bajo”.
Solemnemente le advierto que no mantenga una actitud pareci-
da a la de los espías infieles que salieron a ver la tierra prometida.
Cuando regresaron de su exploración, la congregación de Israel al-
bergaba grandes esperanzas y aguardaba con ansiosa expectación.
La noticia de su regreso se difundió de tribu en tribu y fue aclama-
da con regocijo. La gente salió apresurada a encontrarse con los
mensajeros, los cuales habían soportado el cansancio del viaje por
caminos polvorientos y bajo un sol abrasador. Estos mensajeros
traían consigo muestras del fruto que daba evidencia de la fertilidad
del suelo. La congregación se regocijó porque se posesionaría de
una tierra tan buena, y escuchó atentamente cuando se dio el informe
a Moisés para no perderse ni una palabra. Los enviados comenzaron
diciendo: “Nosotros llegamos a la tierra a la cual nos enviaste, la que
ciertamente fluye leche y miel; y éste es el fruto de ella”. El pueblo
se llenó de entusiasmo; con ahínco obedecería la voz del Señor e
iría en seguida a poseer la tierra.
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Pero los espías continuaron diciendo: “Mas el pueblo que habita
aquella tierra es fuerte, y las ciudades muy grandes y fortificadas; y
también vimos allí a los hijos de Anac”. La escena cambió ahora. La
esperanza y el valor dieron lugar a la desesperación cobarde, mien-
tras que los enviados expresaban los sentimientos de sus corazones
incrédulos, que estaban llenos de desaliento inspirado por Satanás.
Su incredulidad arrojó una sombra lóbrega sobre la congregación,
y el gran poder de Dios, tan a menudo manifestado en favor de su
nación escogida, quedó en el olvido.
La gente se desesperó en su estado de desaliento y angustia. Un
gemido de agonía se levantó y se entremezcló con el confundido
murmullo de las voces. Caleb comprendió la situación y poniéndose
valientemente en defensa de la Palabra de Dios, hizo todo lo que
estaba a su alcance para contrarrestar la mala influencia de sus
compañeros infieles. Por un instante el pueblo se tranquilizó para
escuchar las palabras de esperanza y valor respecto a la buena tierra.
No contradijo lo que ya se había dicho; las murallas son altas y