Página 376 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 5 (1998)

Basic HTML Version

372
Testimonios para la Iglesia, Tomo 5
a Jesús o tiene sabor celestial. Nuestra obra está a punto de com-
pletarse. Pronto se dirá en el cielo: “El que es injusto, sea injusto
todavía, y el que es inmundo, sea inmundo todavía; y el que es justo,
practique la justicia todavía; y el que es santo, santifíquese todavía”.
Apocalipsis 22:11
. En este tiempo solemne, la iglesia es llamada a
ser vigilante debido a la intensa actividad de Satanás. Su actividad
se hace evidente por todos lados y sin embargo, los ministros y el
pueblo actúan como si ignoraran sus artimañas y estuvieran parali-
zados por su poder. Que cada miembro de la iglesia despierte. Que
cada obrero recuerde que la viña que cuida no es suya, sino que
pertenece al Señor, quien ha salido en un largo viaje y en su ausencia
ha comisionado a sus siervos que cuiden de sus intereses; y que no
[358]
olviden que si son infieles a su cometido, tendrán que dar cuenta al
Señor cuando éste regrese.
Mientras que los que dudan hablan de las imposibilidades, mien-
tras tiemblan pensando en las elevadas murallas y los fornidos gi-
gantes, adelántense los que como el fiel Caleb tienen “otro espíritu”.
La verdad de Dios que ofrece salvación llegará a las gentes si los
ministros y creyentes profesos no la estorban, como lo hicieron los
espías infieles. Nuestra obra es agresiva. Algo tiene que hacerse para
amonestar al mundo; y que no se oiga ni una voz que promueva los
intereses egoístas a expensas de los campos misioneros. Tenemos
que participar en la obra con alma, corazón y palabra; las facultades
mentales y físicas han de despertarse. Todo el cielo está interesado
en nuestra obra, y los ángeles de Dios se avergüenzan de nuestros
débiles esfuerzos.
Me alarma la indiferencia de nuestras iglesias. Como Meroz, no
han venido en ayuda del Señor. Los laicos han estado reposando. Se
han cruzado de brazos, pensando que la responsabilidad pesa sobre
los ministros. Pero a cada uno Dios le ha asignado una obra, no en
la cosecha de maíz y trigo, sino una labor sincera y perseverante
para la salvación de las almas. No quiera Dios, pastor M, que ni
usted ni ningún otro ministro apaguen ni una partícula del espíritu
de trabajo que existe actualmente. ¿No sería mejor estimularlo por
medio de sus palabras de celo ardiente? El Señor nos ha hecho
depositarios de su ley; nos ha encomendado una verdad sagrada y
eterna que ha de darse a otros por medio de fieles amonestaciones,
reprensiones y estímulo. Los ferrocarriles y líneas de vapores nos