Página 377 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 5 (1998)

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El sostén de las misiones urbanas
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vinculan con todos los rincones del mundo y tenemos acceso a todos
los países con nuestro mensaje de verdad. Sembremos la semilla de
la verdad evangélica junto a muchas aguas, porque no sabemos cuál
prosperará, ésta o aquélla, o si ambas por igual darán fruto. Pablo
sembrará y Apolos regará; pero es Dios quien da el crecimiento.
“Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean
vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los
cielos”.
Mateo 5:16
. No pongáis vuestra luz debajo de un almud,
sino sobre un candelero para que alumbre a todos los que están en
casa. “No sois vuestros; porque habéis sido comprados por precio
[359]
(
1 Corintios 6:20
), a saber, la preciosa sangre del Hijo de Dios.
No tenemos ningún derecho de vivir para nosotros mismos. Cada
ministro debe ser un misionero consagrado; cada laico es un obrero
que debe usar sus talentos de influencia y recursos en el servicio del
Señor. La benevolencia activa es un principio vital del cristianismo.
Es el ejercicio de este principio lo que traerá las gavillas al Señor de
la cosecha, mientras que la carencia de él entorpece la obra de Dios
y obstaculiza la salvación de las almas.
Los ministros han descuidado poner en efecto la beneficencia
evangélica. El tema de los diezmos y las ofrendas no se ha conside-
rado debidamente. Los hombres no se inclinan por naturaleza hacia
la benevolencia, sino que tienden a ser tacaños y avaros y a vivir para
sí mismos. Y Satanás siempre está listo para presentar ante ellos las
ventajas que disfrutarán utilizando todos sus recursos para propó-
sitos egoístas y mundanales; se alegra cuando logra influenciarlos
para que pasen por alto el deber y le roben a Dios en diezmos y
ofrendas. Pero ni una persona queda eximida respecto a este asunto.
“Cada uno de vosotros ponga aparte algo, según haya prosperado”
1
Corintios 16:2
. El rico y el pobre, los jóvenes de ambos sexos que
ganan un salario, todos han de apartar algo porque Dios lo pide. La
prosperidad espiritual de cada miembro de la iglesia depende del
esfuerzo personal y la fidelidad estricta hacia Dios. Dice el apóstol
Pablo: “A todos los ricos de este mundo manda que no sean altivos,
ni pongan la esperanza en la incertidumbre de las riquezas, sino en
el Dios vivo, que nos ofrece todas las cosas en abundancia para que
las disfrutemos. Que hagan el bien, que sean ricos en buenas obras,
dadivosos, prontos a compartir, atesorando para sí buen fundamen-
to para lo por venir, que echen mano de la que realmente es vida