Página 38 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 5 (1998)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 5
confusión, perplejidad y derrota. En la unión está la fuerza. En la
división hay flaqueza y derrota. Dios está guiando a su pueblo y
preparándolo para ser trasladado. ¿Estamos nosotros, los que toma-
mos parte en este trabajo, emplazados como centinelas para Dios?
¿Procuramos trabajar unidos? ¿Estamos dispuestos a ser siervos de
todos? ¿Estamos siguiendo a nuestro gran Ejemplo?
Hermanos colaboradores, cada uno de nosotros está sembrando
semillas en los campos de la vida. De tal semilla, tal cosecha. Si
sembramos la desconfianza, la envidia, los celos, el amor propio,
la amargura de pensamiento y de sentimiento, segaremos amargura
para nuestras propias almas. Si manifestamos bondad, amor, una
tierna apreciación por los sentimientos de los demás, recibiremos lo
mismo de vuelta.
El profesor que es severo, criticador, dominante, que no hace caso
de los sentimientos de los demás, debe esperar que el mismo espíritu
se manifieste hacia él. Aquel que desea conservar su dignidad y
respeto propios debe cuidarse de no herir indebidamente el respeto
propio de los demás. Esta regla debe ser religiosamente observada en
la relación con los alumnos más torpes, más jóvenes y más errantes.
No sabéis lo que Dios va a hacer con estos jóvenes aparentemente
apáticos. En el pasado él ha aceptado a personas poco prometedoras
y sin atractivo para que hicieran una gran obra para él. Su Espíritu,
obrando en sus corazones, ha despertado y puesto en vigorosa acción
todas sus facultades. El Señor vio en esas toscas piedras sin labrar
un precioso material que pasaría la prueba de la tormenta, el calor y
la presión. Dios no ve como el hombre. No juzga por la apariencia,
sino que escudriña los corazones y juzga rectamente.
El maestro debería en todo momento comportarse como un
caballero cristiano. Siempre ha de mantener la actitud de amigo y
consejero hacia sus alumnos. Si nuestro pueblo entero -maestros,
ministros y miembros laicos-, cultivara el espíritu de la cortesía
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cristiana, tendría acceso mucho más fácil a los corazones de la gente;
muchas personas más se verían inducidas a examinar y a recibir la
verdad. Cuando los profesores se olviden de sí mismos y sientan
un profundo interés por el éxito y la prosperidad de sus alumnos,
dándose cuenta de que son propiedad de Dios y que ellos tienen que
rendir cuenta por su influencia sobre sus mentes y carácter, entonces
tendremos un colegio en el que los ángeles permanecerán con placer.