Página 383 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 5 (1998)

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El verdadero espíritu misionero
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ros misioneros debieran poseer ese profundo interés por las almas
de sus semejantes que uniría los corazones por la simpatía y el amor
de Jesús. Deben solicitar fervorosamente la ayuda divina, y trabajar
sabiamente por ganar almas para Cristo. Un esfuerzo frío y sin vigor
no logrará nada. Es necesario que el Espíritu de Cristo descienda
sobre los hijos de los profetas. Entonces se manifestará tanto amor
por las almas de los hombres como el que Jesús ejemplificó en su
vida.
La razón por la cual no hay más profundo ardor religioso, ni
más fervoroso amor mutuo en la iglesia, se debe a que el espíritu
misionero se ha estado apagando. Poco se dice ahora acerca de
la venida de Cristo, que era una vez el tema de los pensamientos
y las conversaciones. Hay un desgano inexplicable, una creciente
repugnancia por la conversación religiosa; y se la reemplaza por
charlas ociosas y frívolas, aun entre los que profesan seguir a Cristo.
Hermanos y hermanas, ¿deseáis quebrantar el ensalmo que os
domina? ¿queréis despertar de esta pereza que se asemeja al torpor
de la muerte? Id a trabajar, sintáis el deseo o no. Esforzaos perso-
nalmente por traer almas a Jesús y al conocimiento de la verdad.
Esta labor será para vosotros un estímulo y un tónico; os desper-
tará y fortalecerá. Por el ejercicio, vuestras facultades espirituales
se vigorizarán, de manera que tendréis más éxito para labrar vues-
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tra propia salvación. El estupor de muerte pesa sobre muchos de
los que profesan a Cristo. Haced cuanto podáis para despertarlos.
Amonestadlos, suplicadles, argüíd con ellos. Rogad que el Espíritu
enternecedor de Dios derrita y ablande sus naturalezas glaciales.
Aunque se nieguen a escuchar, vuestro trabajo no estará perdido.
Mediante el esfuerzo hecho para bendecir a otros, vuestras propias
almas serán bendecidas.
Poseemos la teoría de la verdad, y ahora necesitamos procurar
muy fervientemente su poder santificador. No me atrevo a callar en
este tiempo de peligro. Es un tiempo de tentación y abatimiento. Ca-
da uno está asediado por las trampas de Satanás, y debemos unirnos
para resistir su poder. Debemos ser de un mismo ánimo, hablar las
mismas cosas, y glorificar a Dios de una misma boca. Entonces po-
dremos ampliar con éxito nuestros planes, y por vigilantes esfuerzos
misioneros, aprovechar todo talento que podamos usar en los varios
departamentos de la obra.