Página 387 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 5 (1998)

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Hombres jóvenes como misioneros
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libremente para introducir a personas competentes en el campo
misionero.
Centenares de hombres jóvenes debieran haberse estado pre-
parando para tomar parte en la obra de esparcir las semillas de la
verdad junto a todas las aguas. Necesitamos hombres que den im-
pulso a los triunfos de la cruz; hombres que se mantengan firmes
bajo el desaliento y la privación; que tengan el celo, la resolución y
la fe que son indispensables en el campo misionero.
Nuestras iglesias son llamadas a echar mano de la obra con ma-
yor seriedad de la que se ha manifestado hasta el momento. Toda
iglesia debiera hacer provisión para preparar sus misioneros, con-
tribuyendo así al cumplimiento de la gran comisión: “Id por todo
el mundo y predicad el Evangelio a toda criatura”.
Marcos 16:15
.
Hermanos míos, hemos errado y pecado intentando muy poco. Debe
haber más obreros en el campo misionero del extranjero. Hay entre
nosotros algunos que sin trabajo y demora por aprender un idioma
extranjero, pudieran prepararse para proclamar la verdad a otras
naciones. En la iglesia primitiva, los misioneros fueron milagrosa-
mente dotados con un conocimiento de idiomas mediante los cuales
fueron llamados a predicar las inescrutables riquezas de Cristo Je-
sús. Y si entonces estuvo Dios dispuesto a ayudar de esa manera
a sus siervos, ¿dudaremos que su bendición pueda descansar sobre
nuestros esfuerzos para capacitar a los que poseen un conocimiento
natural de idiomas extranjeros y quienes con el aliento adecuado
llevarían a sus propios compatriotas el mensaje de verdad? Pudiéra-
mos haber tenido más obreros en los campos misioneros extranjeros
si los que habían entrado en estos campos hubieran aprovechado
todo talento a su alcance. Pero algunos estaban inclinados a rehusar
la ayuda si no les llegaba justamente de acuerdo con sus ideas y
planes. Y, ¿cuál es el resultado? Si nuestros misioneros llegasen a
faltar de sus campos de labor por enfermedad o muerte, ¿dónde se
encontrarían los hombres que han educado para tomar su lugar?
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Ni uno de nuestros misioneros ha logrado conseguir la coopera-
ción de todo talento disponible. Mucho tiempo se ha desperdiciado
de esta manera. Nos regocijamos por el buen trabajo que se ha he-
cho en los campos misioneros; pero si se hubiesen adoptado planes
diferentes de labor, diez veces tanto, es más, veinte veces tanto, se