Página 393 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 5 (1998)

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La importancia de la obra del colportaje
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Hay muchas personas en los hogares y en la iglesia que no dan
importancia a las inconsecuencias evidentes. Hay jóvenes que apa-
rentan ser lo que no son. Parecen ser honrados y leales; pero son
como sepulcros blanqueados, atractivos por fuera, mas corrompi-
dos por dentro. El corazón está manchado, teñido de pecado; y así
permanece el registro en los atrios celestiales. Se ha llevado a cabo
dentro de sus mentes un proceso que los ha endurecido hasta el
punto de hacerlos insensibles. Pero si sus caracteres, los cuales son
pesados en las balanzas del santuario, fueren pronunciados faltos en
el gran día del Señor, sería para ellos una calamidad que ahora no
comprenden. La verdad, preciosa y sin mancilla, ha de formar parte
del carácter.
No importa el camino que se tome, el sendero de la vida está
lleno de peligros. Si los obreros en cualquiera de los ramos de la
causa se vuelven descuidados y no prestan atención a sus intereses
eternos, se encuentran frente a una gran pérdida. El tentador buscará
la manera de alcanzarlos. Tenderá redes a sus pies y los dirigirá
por sendas extraviadas. Estarán seguros solamente aquellos cuyos
corazones están guarnecidos con sanos principios. Como David,
orarán: “Sustenta mis pasos en tus caminos, para que mis pies no
resbalen”.
Salmos 17:5
. Hay que librar una constante batalla contra
el egoísmo y la corrupción del corazón humano. A menudo parece
que los impíos prosperan en sus caminos; pero aquellos que se
olvidan de Dios, aunque sea por una hora o un momento, van por
un camino peligroso. Quizá no se den cuenta de los peligros; pero,
cuando se enteran, el hábito, como un aro de hierro, los mantiene
sujetos a la maldad con la cual se han relacionado tan de cerca. Dios
desprecia su comportamiento y su bendición no los acompañará.
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He visto que algunos jóvenes se dedican a esta obra sin vin-
cularse con el cielo. Se plantan en el camino de la tentación para
demostrar su valentía. Se ríen de las locuras de los demás. Conocen
el verdadero camino; saben cómo conducirse. ¡Ved qué bien pueden
resistir la tentación! ¡Cómo pensar que van a caer! Pero no han
puesto a Dios como su defensa. Satanás les ha tendido una trampa
engañosa, y son ellos mismos los que se convierten en el objeto de
burla de los insensatos.
Nuestro gran adversario tiene agentes que constantemente bus-
can la oportunidad para destruir almas, de la misma forma como un