Página 40 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 5 (1998)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 5
veréis otra vez en torno al gran trono blanco. Si permitís que vues-
tros modales y temperamentos descontrolados os dominen y dejáis
de ejercer sobre estos jóvenes una influencia que sea para su bien
eterno, tendréis que hacer frente a las graves consecuencias en aquel
día. Por medio del conocimiento de la ley divina, y la obediencia a
sus preceptos, los hombres pueden convertirse en hijos de Dios. Si
violan esa ley, se convierten en servidores de Satanás. Por un lado
pueden ascender a cualquier altura de excelencia moral, o por otro
descender a cualquier profundidad de iniquidad y degradación. Los
obreros de nuestro colegio deben manifestar un celo y un empeño
proporcionales al valor del premio que está en juego -las almas de
los alumnos, la aprobación de Dios, la vida eterna, y los deleites de
los redimidos.
Como colaboradores de Cristo, con tantas oportunidades favo-
rables para impartir el conocimiento de Dios, nuestros profesores
deben obrar como quienes han sido inspirados de lo alto. Los cora-
zones de la juventud no están endurecidos, ni sus ideas y opiniones
estereotipadas, como lo están los adultos. Pueden ser ganados pa-
ra Cristo por vuestro comportamiento piadoso, vuestra devoción y
vuestra imitación de Cristo. Sería mucho mejor no sobrecargarlos
tanto con el estudio de las ciencias y darles más tiempo para sus
deberes religiosos. En esto se ha cometido un grave error.
Se ha perdido de vista el propósito de Dios al traer a la existen-
cia nuestro colegio. Hasta ahora, los ministros del Evangelio han
mostrado su falta de sabiduría de lo alto al vincular un elemento
mundano con el colegio; se han unido a los enemigos de Dios y de la
verdad al proveer diversiones para los estudiantes. Al descarriar de
esta manera a la juventud, han hecho una obra en favor de Satanás.
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Esa obra, con todos sus resultados, la tendrán que enfrentar otra vez
ante el tribunal de Dios. Los que siguen ese camino muestran que
no se puede confiar en ellos. Después de hecha la mala obra, podrán
confesar su error; ¿pero acaso podrán con la misma facilidad retraer
la influencia que han ejercido? ¿Se pronunciará el “bien hecho” so-
bre aquellos que han faltado a su cometido? Estos hombres infieles
no han edificado sobre la Roca eterna. Su fundamento resultará ser
arena movediza. “¿No sabéis que la amistad del mundo es enemistad
contra Dios? Cualquiera, pues, que quiera ser amigo del mundo, se
constituye en enemigo de Dios”.
Santiago 4:4
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