Página 419 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 5 (1998)

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Los negocios y la religión
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Hermanos míos, ¿estáis cultivando la devoción? ¿Se destaca
vuestro amor por las cosas religiosas? ¿Estáis viviendo por la fe y
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venciendo al mundo? ¿Asistís al culto público de Dios? ¿Se oye
vuestra voz en las reuniones de oración y testimonio? ¿Celebráis el
culto en vuestra familia? ¿Reunís a vuestros hijos mañana y noche
y presentáis sus casos a Dios? ¿Les instruís acerca de cómo seguir
al Cordero? Si vuestra familia es irreligiosa, testifica de vuestra
negligencia e infidelidad. Si, mientras estáis relacionados con la
causa sagrada de Dios, vuestros hijos son negligentes, irreverentes y
no tienen amor por las reuniones religiosas ni la verdad sagrada, es
algo triste. Una familia tal ejerce influencia contra Cristo y la verdad;
pues dice Cristo: “El que no es conmigo, contra mí es”
Mateo 12:30
.
La negligencia religiosa en el hogar, el descuidar la educación
de los hijos, es algo que desagrada mucho a Dios. Si uno de vuestros
hijos estuviese en el río, luchando con las ondas, y en inminente
peligro de ahogarse, ¡qué conmoción se produciría! ¡Qué esfuerzos
se harían, qué oraciones se elevarían, qué entusiasmo se manifestaría
para salvar esa vida humana! Pero aquí están vuestros hijos sin
Cristo, y sus almas no están salvas. Tal vez son hasta groseros
y descorteses, un oprobio para el nombre adventista. Perecen sin
esperanza y sin Dios en el mundo, y vosotros sois negligentes y
despreocupados.
¿Qué ejemplo dais a vuestros hijos? ¿Qué orden tenéis en casa?
Debéis enseñar a vuestros hijos a ser bondadosos, serviciales, acce-
sibles a las súplicas, y sobre todo lo demás respetuosos de las cosas
religiosas, y deben sentir la importancia de los requerimientos de
Dios. Se les debe enseñar a respetar la hora de la oración; se debe
exigir que se levanten por la mañana para estar presentes en el culto
familiar.
Los padres y las madres que ponen a Dios en primer lugar en
su familia, que enseñan a sus hijos que el temor del Señor es el
principio de la sabiduría, glorifican a Dios delante de los ángeles
y delante de los hombres, presentando al mundo una familia bien
ordenada y disciplinada, una familia que ama y obedece a Dios,
en lugar de rebelarse contra él. Cristo no es un extraño en sus
hogares; su nombre es un nombre familiar, venerado y glorificado.
Los ángeles se deleitan en un hogar donde Dios reina supremo, y
donde se enseña a los niños a reverenciar la religión, la Biblia y
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