Los negocios y la religión
419
mundano, maquinador; pero Dios no está en esto, es una ofensa para
él. El quisiera que ellos fuesen prontos para idear y ejecutar planes;
pero todos los asuntos comerciales deben ser manejados en armonía
con la gran ley moral de Dios. Los principios del amor a Dios y
al prójimo deben ser aplicados en todos los actos de la vida diaria,
tanto en los más pequeños como en los más grandes. Debe haber
un deseo de hacer más que pagar el diezmo de la menta, el anís y el
comino; y las cosas mayores de la ley: el juicio, la misericordia y el
amor de Dios, no deben ser descuidadas; porque el carácter personal
de todo aquel que está relacionado con la obra deja su impresión
sobre ella.
Hay hombres y mujeres que lo han dejado todo por Cristo. Con-
sideraron sus propios intereses temporales, su propio goce de la
sociedad y la familia, de menor importancia que los intereses del
reino de Dios. No dieron a las casas y tierras, a los parientes y ami-
gos, por queridos que fueran, el primer lugar en sus afectos, para
dejar el segundo a la causa de Dios. Los que hacen esto, que dedican
su vida al progreso de la verdad, a traer muchos hijos e hijas a Dios,
tienen la promesa de que recibirán cien veces tanto en esta vida,
y en el mundo venidero la vida eterna. Los que trabajan desde un
punto de vista noble y con motivos abnegados serán consagrados a
Dios, en cuerpo, alma y espíritu. No ensalzarán al yo; no se sentirán
competentes para asumir responsabilidades; pero no se negarán a
llevar las cargas, porque tendrán el deseo de hacer cuanto pueden
hacer. No estudiarán su propia conveniencia; lo que ellos preguntan
es: ¿Cuál es mi deber?
Cuanta más responsabilidad implique el puesto, tanto más esen-
cial es que la influencia sea correcta. Cada hombre a quien Dios
eligió para hacer una obra especial viene a ser blanco de Satanás.
Las tentaciones le apremiarán de todas partes; porque nuestro vi-
gilante enemigo sabe que su conducta ejerce una influencia que
modela a otros. Estamos en medio de los peligros de los últimos
[405]
días, y Satanás ha descendido con grande ira, sabiendo que le queda
poco tiempo. Trabaja con toda operación de iniquidad; pero el cielo
está abierto para todo aquel que confía en Dios. La única seguridad
para cualquiera de nosotros consiste en aferrarnos a Jesús, y en no
permitir que cosa alguna separe al alma de su poderoso Ayudador.