Página 431 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 5 (1998)

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El espíritu del mundo es una trampa
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Abandonaréis vuestros ídolos, y vuestro ejemplo estará de parte de
la abnegación en lugar de la indulgencia propia.
Hermano y hermana P, si hubieseis hecho caso a los testimonios
del Espíritu de Dios, estaríais ahora andando en la luz y en armonía
con el pueblo de Dios; pero vuestra incredulidad os ha impedido
disfrutar de un gran bien. La hermana P no se ha sublevado en contra
de los testimonios, pero tampoco ha demostrado confianza en ellos
obedeciéndolos como algo proveniente del Señor. Le agrada ver que
el mundo alabe y honre a su marido; es algo que alimenta el orgullo
en ella, el cual no es pequeño en ninguna manera. Los dos podéis
con razón preguntaros: “¿Por qué dilato tanto en salir del mundo
y apropiarme de Cristo? ¿Por qué he de amar y honrar a quienes
sé que no aman a Dios ni respetan sus requerimientos? ¿Por qué
razón he de querer retener la amistad de los que son enemigos de
mi Señor? ¿Por qué he de seguir sus costumbres y dejarme influir
por sus opiniones?” Mis caros amigos, no podéis servir a Dios y
a Mammón. Es menester que hagáis una entrega incondicional, de
otra manera la luz que ilumina vuestro sendero se desvanecerá en
la oscuridad de la desesperación. Estáis en terreno del enemigo. Os
habéis colocado allí voluntariamente y el Señor no os protegerá de
sus asechanzas.
En vuestro estado presente estáis haciendo mucho más mal que
bien; por cuanto poseéis una apariencia de piedad y profesáis creer
la verdad, mientras que vuestras palabras y hechos están diciendo:
“Ancha es la puerta y espacioso el camino que conduce a la vida y
muchos son los que entran por ella” véase
Mateo 7:14
. Si vuestra
vida es una confesión de Cristo, entonces podremos a la verdad
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decir que el mundo se ha ido en pos de él. Vuestra profesión puede
ser correcta; empero, ¿poseéis humildad y amor, mansedumbre y
devoción? “Cualquiera que me confiese delante de los hombres”,
por medio de una vida consagrada y un comportamiento piadoso,
“el Hijo del hombre le confesará delante de los ángeles de Dios”.
Lucas 12:8
. Nadie puede confesar a Cristo, a no ser que tenga el
pensamiento y Espíritu de Cristo; no puede comunicar lo que él
mismo no posee. La vida cotidiana ha de ser una expresión del poder
santificador de la verdad, y una evidencia de que Cristo habita en
el alma por la fe. Todo lo que se oponga al fruto del Espíritu, o a
la obra de Dios que separa a su pueblo del mundo, es una negación