Página 439 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 5 (1998)

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Los deberes del médico
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Dios ha señalado la relación que hay entre el pecado y la enfer-
medad. Ningún médico puede ejercer durante un mes sin ver esto
ilustrado. Tal vez pase por alto el hecho; su mente puede estar tan
ocupada en otros asuntos que no fije en ello su atención; pero si
quiere observar sinceramente, no podrá menos que reconocer que el
pecado y la enfermedad llevan entre sí una relación de causa a efecto.
El médico debe reconocer esto prestamente y actuar de acuerdo con
ello. Al conquistar la confianza de los afligidos al aliviar sus sufri-
mientos, y rescatarlos del borde de la tumba, puede enseñarles que
la enfermedad es el resultado del pecado; y que es el enemigo caído
el que procura inducirlos a seguir prácticas que destruyen la salud y
el alma. Puede inculcar en sus mentes la necesidad de abnegación
y de obedecer a las leyes de la vida y la salud. Especialmente en la
mente de los jóvenes puede implantar los principios correctos.
Dios ama a sus criaturas con un amor a la vez tierno y fuerte.
Ha establecido las leyes de la naturaleza; pero sus leyes no son
exigencias arbitrarias. Cada: “No harás”, sea en la ley física o moral,
contiene o implica una promesa. Si obedecemos, las bendiciones
acompañarán nuestros pasos; si desobedecemos, habrá como resulta-
do peligro y desgracia. Las leyes de Dios están destinadas a acercar
más a sus hijos a él. Los salvará del mal y los conducirá al bien,
si quieren ser conducidos; pero nunca los obligará. No podemos
discernir los planes de Dios, pero debemos confiar en él y mostrar
nuestra fe por nuestras obras.
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Los médicos que aman y temen a Dios son pocos en compa-
ración con los que son incrédulos y abiertamente irreligiosos. De
preferencia se debiera apoyar a los creyentes en vez de los otros.
Con sobrada razón debemos desconfiar del médico profano. Está
expuesto a la tentación, el astuto diablo le insinuará pensamientos
y acciones bajos y solamente el poder de la gracia divina podrá
amortiguar la tumultuosa pasión y fortalecer contra el pecado. No
faltará la oportunidad a los pervertidos moralmente de corromper
mentes puras. Pero, ¿cómo aparecerá el médico lascivo en el día
del Señor? A la vez que profesa cuidar de los enfermos, traiciona
una comisión de confianza sagrada. Degrada tanto el alma como
el cuerpo de las criaturas de Dios y las encamina por el sendero
que lleva a la perdición. ¡Qué terrible es encomendar nuestros seres
queridos al cuidado de un hombre impuro que es capaz de envenenar