Página 447 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 5 (1998)

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La crisis venidera
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impíamente, y ninguno de los impíos entenderá, pero entenderán los
entendidos”.
Daniel 12:10
.
Los que tienen acceso a Dios por Cristo tienen que hacer una
obra importante. Ahora es el momento de echar mano del brazo de
nuestra fuerza. La oración de los pastores y los miembros laicos
debe ser la oración de David: “Tiempo es de actuar, oh Jehová;
porque han invalidado tu ley”.
Salmos 119:126
. Lloren los siervos
de Jehová entre el pórtico y el altar, clamando: “Perdona, oh Jehová
a tu pueblo, y no pongas en oprobio tu heredad”.
Joel 2:17
.
Dios obró siempre en favor de su pueblo en su más extrema
necesidad, cuando parecía haber menos esperanza de que se pudiese
evitar la ruina. Los designios de los impíos enemigos de la iglesia
están sujetos a su poder y su providencia es capaz de predominar
sobre ellos. El puede obrar sobre los corazones de los estadistas;
la ira de los turbulentos y desafectos aborrecedores de Dios, de su
verdad y de su pueblo, puede ser desviada, como se desvían los ríos
cuando él lo ordena. La oración mueve el brazo de la Omnipotencia.
El que manda a las estrellas en su orden en el firmamento, cuya
palabra domina a todo el mar, el mismo Creador infinito, obrará en
favor de sus hijos si ellos le invocan con fe. El refrenará las fuerzas
de las tinieblas, hasta que se dé al mundo la amonestación y todos
los que quieran escucharla estén preparados para el conflicto.
“Ciertamente la ira del hombre te acarreará alabanza” -dice el
salmista-: “tú reprimirás el resto de las iras”.
Salmos 76:10
. Dios
quiere que la verdad probadora se destaque al frente y llegue a
ser tema de examen y de discusión, aunque sea por el desprecio
que se le imponga. Deben agitarse los espíritus. Toda controversia,
todo oprobio y toda calumnia serán para Dios el medio de provocar
investigación y despertar las mentes que de otra manera dormitarían.
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Así fue en la historia pasada del pueblo de Dios. Por negarse a
adorar la imagen de oro que Nabucodonosor había levantado, los tres
hebreos fueron arrojados al horno ardiente. Pero Dios protegió a sus
siervos en medio de las llamas, y la tentativa de imponer la idolatría
resultó en que el conocimiento del verdadero Dios fue presentado a
la congregación de príncipes y nobles del vasto reino de Babilonia.
Así sucedió también cuando se promulgó el decreto que prohibía
que se hiciese oración a cualquier dios menos al rey. Como Daniel,
según su costumbre, suplicaba tres veces por día al Dios del cielo,