Página 458 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 5 (1998)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 5
¿sois de la clase que teniendo ojos no ve, y teniendo oídos no oye?
¿Os ha dado Dios en vano el conocimiento de su voluntad? ¿Os
ha mandado en vano amonestación tras amonestación? ¿Creéis las
declaraciones de la verdad eterna concernientes a lo que está por
sobrevenir a la tierra? ¿Creéis que los juicios de Dios están pendien-
tes sobre la gente, y podéis, sin embargo, permanecer tranquilos,
indolentes, negligentes, amando los placeres?
No es ahora tiempo para que el pueblo de Dios fije sus afectos
o se haga tesoros en el mundo. No está lejano el tiempo en que,
como los primeros discípulos, seremos obligados a buscar refugio
en lugares desolados y solitarios. Así como el sitio de Jerusalén por
los ejércitos romanos fue la señal para que huyesen los cristianos
de Judea, así la asunción de poder por parte de nuestra nación [los
Estados Unidos], con el decreto que imponga el día de descanso
papal, será para nosotros una amonestación. Entonces será tiempo
de abandonar las grandes ciudades, y prepararnos para abandonar
las menores en busca de hogares retraídos en lugares apartados entre
las montañas.
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Y ahora, en vez de buscar costosas moradas aquí, debemos pre-
paramos para trasladarnos a una patria mejor, la celestial. En vez de
gastar nuestros recursos en la complacencia propia, debemos buscar
la economía. Cada talento prestado por Dios debe ser empleado para
su gloria en amonestar al mundo. Dios tiene una obra para sus cola-
boradores en las ciudades. Nuestras misiones deben ser sostenidas y
deben abrirse nuevas. El llevar a cabo esta obra con éxito requerirá
desembolsos no pequeños. Se necesitan casas de culto, donde la
gente pueda ser invitada a oír las verdades para este tiempo. Con
este mismo fin, Dios confió capital a sus mayordomos. No dejéis que
vuestras propiedades estén inmovilizadas en empresas terrenales de
carácter mundanal, de manera que esta obra sea impedida. Colocad
vuestros recursos donde podáis manejarlos para beneficio de la causa
de Dios. Enviad vuestros tesoros delante de vosotros al cielo.
Los miembros de la iglesia deben mantenerse individualmente,
con todo lo que poseen, sobre el altar de Dios. Ahora, como nunca
antes, se aplica la amonestación del Salvador: “Vended lo que po-
seéis, y dad limosna; haceos bolsas que no se envejecen, tesoro en
los cielos que nunca falta; donde ladrón no llega ni polilla corrompe.
Porque donde está vuestro tesoro, allí también estará vuestro cora-