Página 46 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 5 (1998)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 5
Cuando estos niños ingresan en la escuela y se asocian con otros
estudiantes, los que realmente han estado procurando ser cristianos
se avergüenzan de vivir su fe en presencia de aquellos que han reci-
bido tanta luz. Se avergüenzan de dar la impresión de que son únicos
y que no ceden a sus inclinaciones, descartando así su armadura pre-
cisamente en el tiempo cuando más la necesitan, cuando los poderes
de las tinieblas obran por medio de estos compañeros profanos para
apartarlos lejos de Cristo. Entran por un sendero lleno de peligro sin
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la protección y el apoyo de los principios religiosos, porque piensan
que sería difícil o desagradable llevar su religión consigo al aula de
clase, al patio de recreo, y en todas sus asociaciones. Desnudan su
alma haciéndola susceptible a los dardos de Satanás. ¿Dónde están
los guardianes de estos jóvenes? ¿Quiénes se han asido firmemente
del trono de Dios con una mano mientras abrazan a estos jóvenes
con la otra para atraerlos a Cristo? Es precisamente ahí que estos
jovencitos necesitan conocer el poder de la religión y ser restringidos
con mano firme.
Muchos de aquellos que por tanto tiempo han rechazado la di-
rección y la tutela divina, marchan apresurados por la senda de la
liviandad y del placer egoísta y, más aún, hacia los actos más viles
y la profanación del cuerpo. Como consecuencia, sus mentes están
contaminadas y la religión les disgusta. Algunos han ido tan lejos
en este curso decadente, y seguido con tanto empeño la senda de los
sodomitas, que hoy día están próximos a la condenación y la voz
de la reprensión y de la amonestación no tiene efecto sobre ellos.
Nunca serán redimidos y sus padres son los culpables de su ruina.
Los placeres degradantes por los cuales han sacrificado su salud, paz
mental y vida eterna, al final resultan una amargura.
Padres, por amor a Cristo, no erréis en vuestra más importante
labor, la cual es amoldar los caracteres de vuestros hijos para el
tiempo presente y para la eternidad. Un error de vuestra parte en
descuidar la fiel instrucción, o en albergar ese afecto imprudente
que ciega vuestros ojos hacia sus defectos y os impide refrenarlos
debidamente, resultará en la ruina de ellos. El curso que seguís puede
encauzarlos por un rumbo equivocado durante toda su carrera futura.
Vosotros sois los que determináis por ellos lo que han de ser y lo que
han de hacer por Cristo, por los hombres, y por sus propias almas.