Página 49 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 5 (1998)

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Los padres y la disciplina
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reinen en su corazón. La fe en el poder de Cristo impartirá fuerza
sostenedora y luz guiadora.
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Esta instrucción práctica en la experiencia religiosa es lo que los
padres cristianos deben estar preparados para impartir a sus hijos.
Dios lo requiere de vosotros y menospreciáis vuestro deber si dejáis
de hacer esta obra. Instruid a vuestros hijos en lo concerniente a los
métodos de disciplina escogidos por Dios y las condiciones para el
éxito en la vida cristiana. Enseñadles que no pueden servir a Dios
mientras sus mentes están sobrecargadas con los cuidados de la vida;
pero no les permitáis abrigar el pensamiento de que no tienen que
trabajar y que pueden emplear sus momentos libres ociosamente. La
Palabra de Dios es clara respecto a este punto. Jesús, la Majestad del
cielo, ha dejado un ejemplo para la juventud. El trabajó arduamente
en el taller de Nazaret para ganarse el pan cotidiano. Se sometía a
sus padres y no pretendía ejercer control sobre su propio tiempo ni
hacer su propia voluntad. Siguiendo una vida de fácil complacen-
cia un joven nunca logrará alcanzar la verdadera excelencia como
hombre o como cristiano. Dios no nos promete una vida de holgura,
honor o riqueza en servicio suyo. Pero nos asegura que todas las
bendiciones necesarias serán nuestras, “con persecuciones”, y en el
mundo venidero la “vida eterna”. Cristo no acepta nada menos que
una consagración completa al servicio suyo. Esta es la lección que
todos tenemos que aprender.
Aquellos que estudian la Biblia, buscan el consejo de Dios y
dependen de Cristo serán habilitados para actuar sabiamente en todo
tiempo y bajo toda circunstancia. Los buenos principios relucirán en
la vida de manera real. Permítase solamente que la verdad para este
tiempo sea recibida de corazón y que se convierta en el fundamento
del carácter, y ella producirá una firmeza de propósito incapaz de
ser debilitada por las atracciones del placer, la veleidosidad de las
costumbres, el desprecio de los que aman al mundo, y los clamores
del corazón por la complacencia propia. Primero ha de esclarecerse
la conciencia y ponerse la voluntad bajo sujeción. El amor por la
verdad y la justicia ha de reinar en el alma, para que reluzca el
carácter que el cielo puede aprobar.
Tenemos ejemplos notables del poder sustentador de los firmes
propósitos religiosos. Ni siquiera el temor a la muerte pudo obligar al
exánime David a beber del agua de Belén, la cual hombres valientes
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