Página 491 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 5 (1998)

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La conducta en la casa de Dios
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y alta consideración por el ministerio de Dios y por los agentes
que él designó para la salvación de las almas. Debemos hablar
de estas cosas con reverencia, con lenguaje decoroso y delicada
susceptibilidad, a fin de demostrar a todos los que se asocian con
nosotros que consideramos el mensaje de los siervos de Dios como
mensaje dirigido a nosotros por Dios mismo.
Padres, tened cuidado en cuanto al ejemplo y a las ideas que
inculcáis a vuestros hijos. Sus mentes son plásticas y las impresio-
nes se graban fácilmente en ellas. En lo que respecta al servicio del
santuario, si el que habló tiene alguna mancha, temed mencionarlo.
Hablad tan sólo de la buena obra que hace, de las buenas ideas que
presentó, que debierais escuchar como procedentes del agente de
Dios. Puede verse fácilmente por qué los niños reciben tan poca
impresión del ministerio de la palabra, y por qué tienen tan poca
reverencia para con la casa de Dios. Su educación ha sido deficiente
al respecto. Sus padres necesitan comunión diaria con Dios. Sus
propias ideas necesitan ser refinadas y ennoblecidas; sus labios nece-
sitan ser tocados con carbón vivo del altar; entonces sus costumbres
y sus prácticas en el hogar harán una buena impresión sobre la mente
y el carácter de sus hijos. La norma de la religión se elevará mucho.
Tales padres harán una gran obra por Dios. Tendrán menos apego
a la tierra, menos sensualidad, y más refinamiento y fidelidad en el
hogar. Su vida quedará investida de una solemnidad que difícilmente
concibieron antes. No rebajarán al nivel de lo común nada de lo que
pertenece al servicio y al culto de Dios.
Con frecuencia me apena, al entrar en la casa donde se adora a
Dios, ver las ropas desaseadas de hombres y mujeres. Si el atavío
exterior fuese indicio del corazón y el carácter, no habría por cierto
nada celestial en ellos. No tienen verdadera idea del orden, el aseo
y el comportamiento refinado que Dios requiere de todos los que
se allegan a su presencia para adorarle. ¿Qué impresiones dejan
estas cosas en los incrédulos y en los jóvenes, que son avizores para
discernir y sacar sus conclusiones?
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En la mente de muchos, no hay más pensamientos sagrados rela-
cionados con la casa de Dios que con el lugar más común. Algunos
entran en el local de culto con el sombrero puesto y ropas sucias.
Los tales no se dan cuenta de que han de encontrarse con Dios y
los santos ángeles. Debe haber un cambio radical al respecto en