Página 505 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 5 (1998)

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Peligros que encaran los jóvenes
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manera que las cosas eternas no se disciernen, y la voz de Satanás
está tan disimulada que se acepta como la voz de Dios.
Otra de las maneras en que se escucha la voz de Dios es mediante
las apelaciones de su santo Espíritu que impresionan el corazón y que
luego se manifiestan en el carácter. Si tiene usted alguna duda acerca
de cualquier tema, debe en primer lugar consultar las Escrituras. Si
verdaderamente ha comenzado la vida de fe, usted se ha entregado al
Señor para ser enteramente suyo, y él lo ha tomado para amoldarlo y
labrarlo conforme a sus propósitos con el fin de que sea un utensilio
para honra. Debe usted tener un ferviente deseo de ser moldeado en
las manos de Dios y de seguirlo dondequiera que él lo guíe. Entonces
usted estará confiando que él cumplirá sus propósitos, mientras que
al mismo tiempo usted está cooperando con él y obrando su propia
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salvación con temor y temblor. Hermano mío, usted encontrará esto
difícil, porque todavía no ha aprendido por experiencia a reconocer
la voz del buen Pastor, y esto lo hace dudar y lo pone en peligro.
Usted debiera saber distinguir bien su voz.
El ejercicio de la voluntad
La religión pura tiene que ver con la voluntad. La voluntad es
la fuerza gobernante de la naturaleza humana que mantiene a todas
las demás facultades bajo su dominio. La voluntad no es el gusto o
la inclinación, sino la facultad decisiva que obra en los hijos de los
hombres, bien sea para obediencia o desobediencia a Dios.
Usted es un hombre joven e inteligente; desea encaminar su vida
de tal manera que al fin y al cabo esté capacitado para entrar en el
cielo. Se desanima con frecuencia al verse falto de fuerza moral,
esclavo de la duda y dominado por los hábitos y costumbres de su
antigua vida de pecado. Encuentra que sus emociones lo engañan,
contradicen sus mejores determinaciones y más solemnes promesas.
Nada le parece real. Su propia inestabilidad lo lleva a dudar de la
sinceridad de los que anhelan hacerle el bien. Mientras más lucha
en su estado de duda, más irreal le parece todo, hasta que se figura
que no hay terreno firme para usted en ningún lado. Sus promesas
son como cuerdas de arena y juzga a la misma luz irreal las palabras
y actos de aquellos en quienes debiera tener confianza.