Página 51 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 5 (1998)

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Los padres y la disciplina
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mansedumbre, pero el Espíritu de Dios lo impelió a pronunciar una
maldición sobre sus detractores. Habían escuchado acerca de la
ascensión de Elías e hicieron de este evento solemne el objeto de
sus burlas. Eliseo dio a entender que ni mayores ni menores habían
de burlarse de él con respecto a su llamado sagrado. Cuando le
dijeron que ascendiera, así como lo había hecho Elías anteriormente,
los maldijo en el nombre del Señor. El terrible juicio que recayó
sobre ellos provenía del Señor. Después de esto, Eliseo no tuvo más
problemas en su misión. Por espacio de cincuenta años entró y salió
por el portón de Betel e iba y venía de ciudad en ciudad paseando
entre muchedumbres de lo peor y más ordinario, de jóvenes ociosos
y disolutos, pero nadie volvió a mofarse de él o tener en menos sus
calificaciones como profeta del Altísimo. Este solo instante de terri-
ble severidad al comienzo de su carrera bastó para que lo respetaran
durante el resto de su vida. Si hubiera dejado pasar inadvertida la
mofa, lo hubiesen ridiculizado, vilipendiado y aún lo hubiese asesi-
nado la chusma, y su misión de instruir y salvar la nación de su gran
peligro hubiera quedado frustrada.
Aun la bondad debe tener sus límites. La autoridad debe ser
sostenida mediante una severidad firme, de lo contrario será recibida
por muchos con burla y desdén. La supuesta ternura, el halago y
el engreimiento que algunos padres manifiestan hacia sus hijos,
es el peor mal que puede sobrevenirles. La firmeza, la decisión,
los requerimientos claros, son esenciales en toda familia. Padres,
reanudad vuestras responsabilidades descuidadas; educad a vuestros
hijos en conformidad con el plan de Dios “para que anunciéis las
virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable”.
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Pedro 2:9
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