Página 515 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 5 (1998)

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Consejos a los jóvenes
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estén dispuestos a aprender, dispuestos a recibir consejo de personas
de experiencia, téngase por seguro que serán descarriados por las
asechanzas de Satanás. Y a no ser que aquellos que son sus maestros
estén creciendo constantemente en la gracia y en el conocimiento
de la verdad, como también en verdadero discernimiento espiritual,
estarán en peligro -por medio de su ejemplo y la promoción de ideas
erróneas-, de ayudar inconscientemente al enemigo en su obra, lle-
vando las almas a pensar que lo que les reporta el menor bien y es
de menos beneficio para ellas es en realidad lo mejor.
Los planes que se desarrollan y efectúan para la educación de
nuestra juventud no son amplios en ninguna manera. Los jóvenes
no debieran recibir una educación unilateral, sino que todas sus
facultades deben recibir el mismo grado de atención. La filosofía
moral, el estudio de las Escrituras y la cultura física deben combi-
narse con los cursos de estudio que se siguen en las escuelas. Toda
facultad, física, mental y moral, necesita ser preparada, disciplinada
y desarrollada para que pueda rendir el mayor grado de servicio;
porque a menos que todas se desarrollen por igual, una facultad no
puede hacer su obra cabalmente sin sobrecargar alguna parte de la
maquinaria humana.
Se ha dicho y escrito mucho con respecto a la importancia del
cultivo de la mente para que rinda el mayor grado de servicio posible.
Esto a veces ha dado lugar a la opinión de que si se educa el intelecto
para que rinda su mayor potencial, se fortalecerá también la natura-
leza física y moral y se logrará el desarrollo integral de la persona.
El tiempo y la experiencia han comprobado que esto es un error.
Hemos visto a hombres y mujeres graduarse en un colegio sin estar
en ninguna forma calificados para usar en forma adecuada el maravi-
lloso organismo físico que Dios les había provisto. El cuerpo entero
fue diseñado para la acción, no para la inacción. Si las facultades
físicas no se ejercitan tanto como las mentales, éstas sufrirán mucha
tensión. A menos que cada pieza del mecanismo humano lleve a
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cabo sus tareas asignadas, las facultades mentales no podrán usarse
en su máxima capacidad por mucho tiempo. Las facultades naturales
han de ser gobernadas por las leyes naturales y educadas para obrar
en armonía con dichas leyes. Los maestros de nuestras escuelas no
pueden pasar por alto ninguno de estos pormenores sin estar faltando
a su deber. El orgullo los animará a procurar una norma mundana