Página 525 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 5 (1998)

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La piedad práctica
Estimados hermanos de Oakland,
Mi espíritu se siente impulsado a escribiros. Vez tras vez me
encuentro hablándoos en mis sueños, y en cada caso estáis en dificul-
tad. Pero venga lo que venga, no permitáis que ello debilite vuestro
valor moral, ni haga degenerar vuestra religión hasta convertirse
en un formalismo en el cual no tenga parte el corazón. El amante
Jesús está listo para bendeciros abundantemente; pero necesitamos
obtener experiencia en la fe, en la oración ferviente, y regocijarnos
en el amor de Dios. ¿Será alguno de nosotros pesado en la balan-
za y hallado falto? Debemos velar sobre nosotros mismos, vigilar
los menores impulsos profanos de nuestra naturaleza, no sea que
traicionemos las altas responsabilidades que Dios nos ha confiado
como sus agentes humanos.
Debemos estudiar las amonestaciones y correcciones que dio
a su pueblo en tiempos pasados. No carecemos de luz. Sabemos
qué obras debemos evitar, y qué requerimientos nos ha ordenado
observar; así que si no procuramos saber y hacer lo correcto, es
porque el obrar mal conviene más al corazón carnal que hacer el
bien.
Siempre habrá algunos sin fe, que esperarán ser llevados adelante
por la fe de otros. No tienen conocimiento experimental de la verdad,
y por consiguiente no han sentido su poder santificador en su propia
alma. Incumbe a todo miembro de la iglesia escudriñar queda y
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diligentemente su propio corazón, y ver si su vida y carácter están
en armonía con la gran norma de justicia divina.
El Señor ha hecho grandes cosas por vosotros en California, y
particularmente en Oakland; pero hay mucho más que le agradaría
hacer si hicieseis corresponder vuestras obras a vuestra fe. Dios no
honra nunca la incredulidad con ricas bendiciones. Recapitulad lo
que Dios ha hecho, y sabed entonces que es sólo el principio de lo
que está dispuesto a hacer.
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