Página 529 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 5 (1998)

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La piedad práctica
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para destruir almas. Algunos de vosotros podéis haber sido así sus
agentes; y en tal caso, tendréis que afrontar estas cosas en el juicio.
El ángel dijo acerca de esta clase: “Su corazón no ha sido nunca
entregado a Dios. Cristo no está en ellos. La verdad no está allí. Su
lugar está ocupado por el pecado, el engaño, la mentira. No creen la
Palabra de Dios ni actúan de acuerdo con ella”.
La presente actividad de Satanás, en su manera de obrar sobre
los corazones, las iglesias y naciones, debe despertar a todo estu-
diante de la profecía. El fin se acerca. Levántense nuestras iglesias.
Experimenten los miembros individuales en su corazón el poder
convertidor de Dios; y entonces veremos los profundos impulsos del
Espíritu de Dios. El perdón de los pecados no es el único resultado
de la muerte de Jesús. El hizo el sacrificio infinito, no sólo para que
el pecado fuese quitado, sino para que la naturaleza humana pudiese
ser restaurada, reembellecida, reconstruida desde sus ruinas y hecha
idónea para la presencia de Dios.
Debemos mostrar nuestra fe por nuestras obras. Debe manifes-
tarse más ansia de tener una medida mayor del Espíritu de Cristo;
porque en esto residirá la fuerza de la iglesia. Es Satanás quien
está contendiendo para conseguir que los hijos de Dios se separen.
¡Oh cuán poco amor tenemos, amor a Dios y amor los unos a los
otros! La palabra y el espíritu de la verdad morando en el corazón
nos separarán del mundo. Los inmutables principios de la verdad y
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del amor vincularán los corazones y la fuerza de la unión estará de
acuerdo con la medida de la gracia y de la verdad que se disfrute.
Sería bueno que cada uno de nosotros alzase el espejo, la real ley
de Dios, para ver en ella el reflejo de su propio carácter. Tengamos
cuidado de no pasar por alto las señales de peligro y las amonesta-
ciones dadas en su Palabra. A menos que se preste atención a estas
amonestaciones y se venzan los defectos del carácter, éstos vencerán
a quienes los posean, y ellos caerán en el error, la apostasía y el pe-
cado abierto. La mente que no se eleve a la norma más alta, perderá
con el tiempo su fuerza de retener lo que había ganado una vez. “Así
que, el que piensa estar firme, mire, no caiga”. “Así que vosotros, oh
amados, pues estáis amonestados, guardaos que por el error de los
abominables no séais juntamente extraviados, y caigáis de vuestra
firmeza. Mas creced, en la gracia y conocimiento de nuestro Señor y
Salvador Jesucristo”
1 Corintios 10:12
;
2 Pedro 3:17, 18
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