Página 530 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 5 (1998)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 5
Dios ha elegido en estos postreros días un pueblo al que ha
hecho depositario de su ley, y este pueblo tendrá siempre tareas
desagradables que cumplir. “Yo sé tus obras, y tu trabajo y paciencia;
y que tú no puedes sufrir los malos, y has probado a los que se
dicen ser apóstoles, y no lo son, y los has hallado mentirosos; y has
sufrido, y has tenido paciencia, y has trabajado por mi nombre, y no
has desfallecido”.
Apocalipsis 2:2, 3
. Se requerirá mucha diligencia
y una lucha continua para mantener el mal apartado de nuestras
iglesias. Debe ejercerse una disciplina rígida e imparcial; porque
algunos que tienen una apariencia de religión, tratarán de minar la fe
de los demás y trabajarán privadamente para ensalzarse a sí mismos.
En el monte de las Olivas, el Señor Jesús declaró categóricamen-
te que “por haberse multiplicado la maldad, la caridad de muchos
se resfriará”.
Mateo 24:12
. Habla de una clase de personas que ha
caído de un alto estado de espiritualidad. Penetren en los corazo-
nes estas declaraciones con poder solemne y escrutador. ¿Dónde
están el fervor y la devoción a Dios que corresponden a la grandeza
de la verdad que aseveramos creer? El amor al mundo y a algún
pecado favorito desarraigó del corazón el amor a la oración y a la
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meditación en las cosas sagradas. Se sigue cumpliendo una serie de
servicios religiosos formales; pero, ¿dónde está el amor de Jesús?
La espiritualidad está muriendo. ¿Ha de perpetuarse este sopor, este
lamentable deterioro? ¿Ha de vacilar y apagarse en las tinieblas la
lámpara de la verdad porque no se la abastece con el aceite de la
gracia?
Quisiera que cada predicador y cada uno de nuestros obreros
pudiese ver este asunto como me ha sido presentado. La estima y
la suficiencia propias están matando la vida espiritual. Se ensalza
el yo y se habla de él. ¡Ojalá muriese el yo! “Cada día muero”
(
1 Corintios 15:31
), dijo el apóstol Pablo. Cuando esta suficiencia
propia, orgullosa y jactanciosa, y esta justicia propia complaciente,
compenetran el alma, no hay lugar para Jesús. Se le da un lugar
inferior, mientras que el yo crece en importancia y llena todo el
templo del alma. Tal es la razón por la cual el Señor puede hacer tan
poco por nosotros. Si él obrase con nuestros esfuerzos, el instrumento
atribuiría toda la gloria a su propia habilidad, sabiduría y capacidad,
y se congratularía como el fariseo: “Ayuno dos veces a la semana,
doy diezmos de todo lo que poseo”
Lucas 18:12
. Cuando el yo