Página 531 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 5 (1998)

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La piedad práctica
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se oculte en Cristo, no subirá a la superficie con tanta frecuencia.
¿Satisfaremos el deseo del Espíritu de Dios? ¿Nos espaciaremos más
en la piedad práctica y mucho menos en los arreglos mecánicos?
Los siervos de Cristo deben vivir como a la vista de él y de los
ángeles. Deben tratar de comprender los requerimientos de nuestro
tiempo y prepararse para hacerles frente. Satanás está atacándonos
constantemente en forma nueva y desconocida, y ¿por qué habrían
de ser deficientes los oficiales del ejército de Dios? ¿Por qué dejarían
sin cultivar alguna facultad de su naturaleza? Hay que hacer una
gran obra, y si falta acción armoniosa para hacerla, es por causa de
la estima y el amor propios. Es únicamente cuando nos esmeramos
por ejecutar las órdenes del maestro sin dejar sobre la obra nuestra
estampa e identidad, cuando trabajamos eficiente y armoniosamente.
“Uníos” -dijo el ángel-, “uníos”.
Ruego a los que ministráis en las cosas sagradas, que os espaciéis
más en la religión práctica. ¡Cuán raramente se ve la conciencia sen-
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sible, el verdadero pesar del alma y sentida convicción del pecado!
Es porque no hay entre nosotros profundos impulsos del Espíritu
de Dios. Nuestro Salvador es la escalera que Jacob vio, cuya base
descansaba en la tierra, y cuya cúspide alcanzaba a los altos cielos.
Esto revela el método de salvación señalado. Si alguno de nosotros
se ha de salvar finalmente, será por haberse aferrado a Jesús como
a los peldaños de una escalera. Para el creyente, Jesús es hecho
sabiduría y justificación, santificación y redención. Nadie se imagine
que es una cosa fácil vencer al enemigo, que puede ser llevado a
una herencia incorruptible sin esfuerzo de su parte. Mirar atrás es
sentir vértigo; soltarse es perecer. Pocos aprecian la importancia
de luchar constantemente para vencer. Cesan en su diligencia, y
como resultado se vuelven egoístas y sensuales. No creen esencial
la vigilancia espiritual. No dedican a la vida cristiana el fervor de
los esfuerzos humanos.
Se producirán algunas terribles caídas entre aquellos que piensan
estar firmes porque tienen la verdad; pero no la tienen como es en
Jesús. Un momento de descuido puede sumir un alma en una ruina
irreparable. Un pecado conduce a otro, y el segundo prepara el ca-
mino para el tercero, y así sucesivamente. Como fieles mensajeros de
Dios, debemos interceder con él constantemente para ser guardados
por su poder. Si nos desviamos una sola pulgada del deber, estamos