Nuestras instituciones de Battle Creek
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Si el carácter de los hombres que trabajan en las oficinas de
Battle Creek fuera transformado de tal manera que ejerciesen una
influencia provechosa sobre los que están bajo su gobierno, entonces
la perspectiva sería más alentadora No importa lo que los empleados
allí piensen de su capacidad personal, tengo razón para decir que
muchos tendrán que mejorar grandemente antes de estar capacitados
para ocupar sus puestos aceptablemente. Podrán sentirse compe-
tentes para dar consejos, pero ellos mismos están en necesidad de
consejos de parte de Aquel que es perfecto en sabiduría. Grandes e
importantes intereses están en peligro de ser malogrados y de salir
con defecto de sus manos. Si todos percibiesen más su ignorancia,
y dependieran menos del yo, podrían aprender del gran Maestro la
mansedumbre y humildad de corazón.
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Dios observa todo lo que transcurre en la oficina. “Tú, oh Dios,
me ves”, es algo que debiera recordarse en todo momento. Los que
llevan responsabilidades en la oficina deben ser corteses y bonda-
dosos con todo el mundo. Un sentido constante de la presencia de
Cristo evitaría la violación de los derechos de los demás, que es una
práctica tan común en el mundo, pero que es una ofensa para Dios.
El amor de Jesús debe incorporarse en las vidas de los obreros en
los diferentes departamentos de la oficina, para que se haga justicia,
no sólo a la obra, sino el uno para con el otro.
La primera obra que debe hacerse, mis hermanos, es que os ase-
guréis de la bendición de Dios dentro de vuestros propios corazones.
Luego llevadla con vosotros a vuestros hogares. Eliminad las críti-
cas, venced vuestras maneras exigentes y permitid que prevalezcan
el espíritu de alegría y de bondad. La atmósfera de vuestros hogares
la llevaréis a la oficina, y una paz celestial rodeará vuestras almas.
Dondequiera que reina el amor de Jesús hay ternura compasiva y
preocupación por los demás. La obra más preciosa en la que mis
hermanos pueden tomar parte es el cultivo de un carácter semejante
al de Cristo.
Se me mostró que los que dirigen nuestras instituciones deberían
recordar siempre que hay un jefe director que es el Dios del cielo.
En toda transacción de negocio dentro de cada departamento de la
obra debe practicarse en forma estricta la honestidad. Debe haber
firmeza en el mantenimiento del orden, pero esa firmeza debe estar
mezclada con misericordia y consideración. La justicia tiene un