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Testimonios para la Iglesia, Tomo 5
hermano gemelo, el cual es el amor. Ambos deben mantenerse lado
a lado. La Biblia debe ser nuestra guía. No hay mayor engaño que
el creer que se puede hallar una guía mejor que la Palabra de Dios
cuando uno está en dificultades. La Palabra bienaventurada debe ser
la lámpara a nuestros pies. Los principios bíblicos deben aplicarse a
la vida diaria.
Reuniones de juntas
Los que integran nuestras juntas necesitan sentarse diariamente a
los pies de Cristo y aprender en su escuela a ser mansos y humildes
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de corazón. En vista de que ellos mismos son hombres débiles y
sujetos al error, debieran albergar sentimientos de bondad y piedad
hacia los que han cometido errores. No están preparados para tratar
justamente a los demás, para amar la misericordia y manifestar la
verdadera cortesía que caracterizó la vida de Cristo, a menos que
vean la necesidad de estar en unión con él. Los fiduciarios siempre
deben darse cuenta de que están bajo el escrutinio de los ojos divinos
y que su naturaleza humana los llevará a cometer errores al trazar
planes, a menos que estén ligados completamente a Dios y procuren
que les elimine todas las deficiencias de su carácter. Es menester
ponerse a la altura de la norma divina.
Todo el que participa en las juntas necesita buscar la forma más
efectiva de obtener la sabiduría del cielo. La gracia transformadora
de Cristo debiera sentirse en cada reunión. Entonces la influencia
del Espíritu de Cristo que obra en el corazón de los presentes dará
un giro correcto a su obra. Extinguirá las acciones tumultuosas y
eliminará perfectamente los efectos profanos de esa mundanalidad
que hace que los hombres se vuelvan cortantes, criticones, abusivos
y listos para acusar.
Cuando hay reuniones de estos concilios, se ofrecen unas cuantas
palabras de oración formal; pero el corazón de los presentes no
se coloca en armonía con Dios mediante la oración ferviente e
importuna, ofrecida con fe viva, con un espíritu humilde y contrito.
Si los fiduciarios se desconectan del Dios de la sabiduría y del poder,
no podrán mantener en su trato con los demás esa integridad noble
que Dios requiere. Sin la sabiduría divina, su propio pensamiento
se hilvanará en las decisiones que hagan. Si estos hombres no se