Nuestras instituciones de Battle Creek
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mantienen en comunicación con Dios, Satanás de seguro estará
presente en sus concilios y se aprovechará de su estado falto de
consagración. Se cometerán actos de injusticia porque Dios no está
presidiendo. El Espíritu de Cristo ha de ser una fuerza constante y
gobernante sobre el corazón y la mente.
Debéis llevar al Señor con vosotros a cada uno de vuestros con-
cilios. Si lográis tener su presencia en vuestras reuniones, cada
transacción será considerada concienzudamente y con oración. Cada
motivación carente de principio será reprimida, y la rectitud carac-
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terizará todas vuestras deliberaciones tanto en asuntos pequeños
como grandes. Buscad primeramente el consejo de Dios porque esto
es necesario para que podáis de una manera apropiada consultaros
entre sí.
Es preciso que veléis para que el ajetreo de la vida no ocasione
el descuido de la oración cuando más necesitáis la fuerza que ella os
proveería. La santidad está en peligro de ser forzada fuera del alma
por el afán excesivo de los negocios. Es un gran mal negarle al alma
la fuerza y la sabiduría celestiales que esperan ser reclamadas por
vosotros. Necesitáis esa iluminación que sólo Dios es capaz de dar.
Nadie está capacitado para atender sus negocios a menos que tenga
esta sabiduría.
Desde que la Asociación Publicadora fue establecida, de vez en
cuando he recibido luz cuando se han presentado dudas e incerti-
dumbres, y el Señor a menudo ha señalado principios que deben
ser observados por todos los obreros. Durante la experiencia tem-
prana de la obra, las graves responsabilidades que descansan sobre
los hombros de los que ocupan puestos de confianza nos fueron
presentadas continuamente y buscamos al Señor entre tres y cinco
veces al día, rogándole que nos diera sabiduría de lo alto para que
pudiésemos cuidar de una manera santificada los intereses de la
causa de Dios y de su pueblo escogido.
Es de lo más falaz dejar al Señor fuera de vuestras juntas y
depender de la sabiduría de los hombres. En vuestros puestos de
confianza vosotros habéis de ser, en un sentido especial, la luz del
mundo. Debéis sentir un deseo profundo de colocaros en contacto
con el Dios de la sabiduría, de la luz, y del conocimiento, para que
seáis conductos de luz. Hay que considerar intereses importantes,
que tienen que ver con el adelanto y la prosperidad de la causa de