Página 555 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 5 (1998)

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Nuestras instituciones de Battle Creek
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Cuando las escenas del juicio fueron presentadas ante mí, los
libros en que están registradas las acciones de los hombres revelaron
el hecho de que el trato de algunos que profesan santidad en nues-
tras instituciones, seguía las normas de los mundanos y no estaba
estrictamente de acuerdo con la gran norma de justicia de Dios. Las
relaciones de los hombres en su trato mutuo, especialmente los que
participan en la obra de Dios, es algo que me ha sido presentado de
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una manera bien completa. Vi que no debiera hacerse ningún trato
mezquino ni astuto entre hermanos que representan instituciones
importantes que tal vez sean diferentes en carácter, pero que de todos
modos son ramos de la misma obra. Deben mantener un espíritu
noble y magnánime. El espíritu de la avaricia no debe hallar lugar
en sus transacciones. La causa de Dios no adelantará por medio de
ninguna acción de su parte que sea contraria al espíritu y el carácter
de Cristo. Una manera de actuar egoísta de parte de uno provocará
la misma disposición en otros, pero la manifestación de la liberali-
dad y la verdadera cortesía a su vez despertará el mismo espíritu y
agradaría a nuestro Padre celestial.
La política mundanal no debe clasificarse con la sana discreción,
aunque a menudo se confunde con ella. Es una especie de egoísmo,
no importa la causa en que sea empleada. La discreción y el sano
juicio nunca se manifiestan con estrechez en sus operaciones. La
mente que se rige por ellos posee ideas abarcantes y no se estrecha
hasta el punto de concentrarse en un solo objeto. Ve todas las cosas
desde todo punto de vista. Pero la política, o manera de proceder
mundana, tiene una visión de corto alcance. Está siempre buscando
oportunidades para sacar algún provecho. Aquellos que siguen este
plan de acción mundanal, están engrandeciéndose a sí mismos y
quitándole al mismo tiempo el fundamento al edificio del vecino.
Cada estructura debe edificarse sobre un fundamento correcto para
que pueda prevalecer.
Los derechos de autor por libros publicados
Los que se dedican al trabajo mental poseen un capital dado por
Dios. El resultado de su estudio pertenece a Dios, no al hombre. Si
el obrero da fielmente a su empleador el tiempo por el cual recibe
su pago, entonces el empleador no puede exigir más de él. Y si