Página 557 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 5 (1998)

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Nuestras instituciones de Battle Creek
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lo que deben hacer. Se preocuparán de impulsar la obra allí donde
necesite ser impulsada.
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Se me ha señalado varias veces que ha habido un espíritu mez-
quino y poco generoso con el hermano H desde el mismo comienzo
de su trabajo en Battle Creek. Me causa tristeza expresar la razón.
Fue porque llegó allí como extraño y en un estado de pobreza. Debi-
do a que era pobre fue colocado en puestos desagradables y se le hizo
sentir su pobreza. Hombres conectados con nuestras instituciones
han pensado que podían imponerle sus condiciones y él ha pasado
un tiempo muy desagradable. Hay capítulos tristes en su experiencia
que no se hubieran convertido en historia si sus hermanos hubiesen
sido bondadosos y lo hubieran tratado en forma cristiana. La causa
del Señor debe estar siempre libre de la menor injusticia y ningún
acto vinculado con ella debiera tener ni siquiera en el grado más
mínimo, sabor de mezquindad u opresión.
El Señor cuida los intereses de cada persona. Siempre fue el
amigo de los pobres. Hay una falta extraordinaria de amor como
el de Cristo en los corazones de casi todos los que tratan con las
cosas sagradas. Diría a mis hermanos en todo lugar: ¡Cultivad el
amor de Cristo! Es algo que debe brotar del alma del cristiano como
corrientes de agua en el desierto, refrescantes y embellecedoras,
que traen felicidad, paz y gozo a su propia vida y a las vidas de los
demás. “Ninguno vive para sí”
Romanos 14:7
. Si se manifiesta la
menor opresión a los pobres, o si se les trata injustamente, ya sea en
cuestiones pequeñas o grandes, Dios pedirá cuentas al opresor.
No procuréis crear condiciones que no son justas y razonables
con el pastor J o el profesor H, ni con ninguna otra persona que esté
haciendo trabajo intelectual. No los instéis u obliguéis a aceptar las
condiciones impuestas por los que no saben nada de la elaboración
de libros. Estos hombres tienen conciencia y son responsables ante
Dios por el capital que se les ha encomendado y por el uso que
hagan de él. Vosotros no habéis de servirles de conciencia a ellos.
Ellos desean ejercer el privilegio de invertir sus recursos, que han
adquirido por medio de su ardua labor, en el debido tiempo y lugar
que el Espíritu de Dios les indique.
Mis hermanos deben recordar que la causa de Dios abarca más
que la casa publicadora de Battle Creek y las demás instituciones
establecidas en ese lugar. Nadie sabe mejor que el hermano J cómo
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