Página 577 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 5 (1998)

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La educación de los obreros
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La mortífera maldición del pecado continúa agostando y borrando
en ellos la imagen de Dios, porque no trabajan como Cristo trabajó.
Vemos la necesidad de estimular ideas superiores de educación
y emplear más hombres preparados en el ministerio. Los que no
obtienen la debida clase de educación antes de entrar en la obra
de Dios no son competentes para aceptar su cometido santo ni
para llevar a cabo la obra de reforma. Sin embargo, todos pueden
continuar educándose después que han entrado en la obra. Deben
tener la Palabra de Dios morando en sí. Necesitamos más cultura,
refinamiento y nobleza de alma en nuestros obreros. Una mejora tal
daría resultados en la eternidad.
“Os escribo a vosotros, padres, porque habéis conocido a aquel
que es desde el principio”. “Os he escrito a vosotros, mancebos,
porque sois fuertes, y la Palabra de Dios mora en vosotros, y ha-
béis vencido al maligno”.
1 Juan 2:13, 14
. El apóstol liga aquí la
experiencia de los padres con la de los jóvenes; igualmente hay un
vínculo entre los discípulos de más edad en esta causa y los más jó-
venes, que no han tenido experiencia en los primeros sucesos de este
mensaje. Los que eran jóvenes cuando el mensaje nació, tendrán que
ser educados por los viejos portaestandartes. Estos maestros deben
darse cuenta de que no pueden esmerarse demasiado para preparar
hombres para su cometido santo, mientras los viejos abanderados
pueden todavía sostener en alto el estandarte. Y, sin embargo, los
que han peleado durante tanto tiempo en las batallas, pueden toda-
vía ganar victorias. Han conocido tan cabalmente las astucias de
Satanás que no serán arrebatados fácilmente de las antiguas sendas.
Recuerdan los tiempos antiguos. Conocen a Aquel que es desde el
principio. Pueden ser siempre portadores de luz, fieles testigos por
Dios, epístolas vivas, conocidas y leídas de todos los hombres.
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Por tanto, demos gracias a Dios porque quedan algunos, como
quedaba Juan, para relatar su experiencia en el comienzo de este
mensaje y la recepción de lo que ahora nos es tan caro. Pero uno
tras otro están cayendo en sus puestos, y no es sino prudente que
preparemos a otros para reanudar la obra donde ellos la dejan.
Deben hacerse esfuerzos para preparar jóvenes para la obra. De-
ben adelantarse al frente, para llevar cargas y responsabilidades. Los
que son ahora jóvenes deben llegar a ser hombres fuertes. Deben ser
capaces de hacer planes y dar consejos. La Palabra de Dios, morando