Página 582 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 5 (1998)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 5
simo porque está enceguecido por el espíritu y las costumbres de
una educación que es incapaz de salvar el alma.
La juventud necesita de su obra. Si usted fuera un hombre conver-
tido, que a diario aprende lecciones en la escuela de Cristo, entonces
sus labores tendrían sabor de vida para vida. Entonces podría tra-
bajar con paciencia y amor, y en el poder de Dios, en favor de las
almas de los jóvenes que están expuestos a la tentación. Dedique
una porción del tiempo que se le va en sus largos discursos a la labor
personal por los jóvenes que necesitan su ayuda. Enséñeles lo que
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Dios espera de ellos; ore con ellos. Hay muchos entre los jóvenes
que están amarrados por hábitos nocivos con ataduras duras como
el acero. Las pobres víctimas están fascinadas por los encantos de
las seducciones del diablo y no pueden apartarse y estar firmes en la
libertad que Dios puede darles. Han desperdiciado años; ¿perderán
el año que acaba de comenzar? ¿Despertará el director de la escuela
y se dará cuenta de sus responsabilidades y dedicará su mente y
corazón a la salvación de los estudiantes? De no ser así, entonces
dejad que otro tome su lugar. No se puede permitir que se hagan
gastos y más gastos mientras que nada, o casi nada, se hace en el
ramo mismo por el que la escuela se fundó.
¿Se les dará una aplicación falsa a las facultades mentales y del
alma? ¿Se dejarán perder las oportunidades? ¿Se seguirá una forma
y una rutina día tras día, sin lograr nada? Oh, ¡despertad, despertad,
maestros y alumnos, antes de que sea demasiado tarde! Despertad
antes de que escuchéis de labios pálidos y agonizantes el terrible
lamento: “Pasó la siega, terminó el verano, y nosotros no hemos sido
salvos”.
Jeremías 8:20
.
¿Se pulen los dones y los talentos de cada educador para el
mayor bien de los alumnos? ¿Quién está atento a los momentos
favorables para pronunciar palabras de bondad y de amor? ¿A quién
le gusta contar la historia de Aquel que tanto amó al mundo que
dio su vida para redimir al pecador perdido y hundido? Preparad
a la juventud, amoldad el carácter, educad, educad, educad, para la
vida inmortal del futuro. Orad a menudo. Rogad a Dios que os dé un
espíritu de suplicación. No sintáis que vuestra labor como maestros
ha concluido a menos que podáis conducir a vuestros alumnos a la
fe en Cristo y al amor por él. Que el amor de Cristo colme vuestras
propias almas, y luego inconscientemente lo enseñaréis a los demás.