Página 583 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 5 (1998)

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La ambición profana
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Cuando vosotros como instructores os entreguéis sin reservas a Jesús
para que él os conduzca, os guíe, os controle, no fracasaréis. Enseñad
a los alumnos a ser cristianos. Esta es la labor más grande que tenéis
por delante. Presentaos ante Dios; él escucha y contesta las oraciones.
Abandonad las indagaciones, las dudas, la incredulidad. Enseñad
sin aspereza. No seáis demasiado exigentes, sino antes cultivad una
simpatía y un amor tierno. Sed alegres. No regañéis, no censuréis
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con mucha severidad; sed firmes, sed amplios, sed semejantes a
Cristo, compasivos, corteses. “Todo lo que el hombre sembrare, eso
también segará”.
No puedo expresaros el intenso deseo de mi alma de que todos
busquéis al Señor de la manera más dedicada mientras puede ser
hallado. Estamos en el día de la preparación de Dios. Que a nada se
le dé tanta importancia como para apartar las mentes de la obra de
preparación para el gran día del juicio. Preparaos. No permitáis que
la incredulidad fría mantenga vuestras almas apartadas de Dios, sino
permitid que su amor arda sobre el altar de vuestros corazones.
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