Página 588 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 5 (1998)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 5
Los hombres que están haciendo la obra de Dios, y que tienen
a Cristo morando en su corazón, no rebajarán la norma de la mo-
ralidad, sino que tratarán siempre de elevarla. No hallarán placer
en la adulación de las mujeres, ni en ser mimados por ellas. Digan
los hombres, tanto solteros como casados: “Guardemos distancia.
Nunca daré la menor ocasión para que mi buen nombre sea vilipen-
diado. Mi buen nombre es capital de mucho más valor para mí que
el oro o la plata. Déjenme conservarlo sin mancha. Si los hombres
atacan ese nombre, no será porque les haya dado ocasión de hacerlo,
sino por la misma razón por la cual hablaron mal de Cristo, a saber,
porque odiaban la pureza y santidad de su carácter; porque les era
una constante reprensión”.
Quisiera poder inculcar en cada obrero de la causa de Dios la
gran necesidad de orar continua y fervientemente. No pueden estar
constantemente de rodillas, pero pueden elevar su corazón a Dios.
Así es como Enoc andaba con Dios. Sed cuidadosos, no sea que la
suficiencia propia os embargue, os separéis de Jesús y obréis por
vuestra propia fuerza más bien que por el espíritu y la fuerza del
Maestro. No desperdiciéis los momentos áureos en conversaciones
frívolas. Cuando volvéis de hacer obra misionera, no os alabéis
a vosotros mismos; antes bien ensalzad a Jesús; alzad la cruz del
Calvario.
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No permitáis que nadie os alabe o adule, ni se aferre a vues-
tra mano como si le costase dejarla. Temed tales demostraciones.
Cuando mujeres jóvenes o aun casadas manifiestan una disposición
a revelaros sus secretos de familia, desconfiad. Cuando expresan
un deseo de simpatía, sabed que es tiempo de ejercer gran cautela.
Los que poseen el espíritu de Cristo y andan con Dios no tendrán
profano anhelo de simpatía. Tienen una compañía que satisface todo
deseo de la mente y el corazón. Los hombres casados que aceptan la
atención, la alabanza y los mimos de las mujeres, deben tener por
seguro que el amor y la simpatía de esta clase de personas, no valen
la pena de obtenerse.
Con mucha frecuencia son las mujeres las que tientan. Con
un motivo u otro, requieren la atención de los hombres, casados o
solteros, y los llevan adelante hasta que transgreden la ley de Dios,
hasta que su utilidad queda arruinada y sus almas están en peligro.
La historia de José ha sido presentada para beneficio de todos los que