Página 589 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 5 (1998)

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La apariencia del mal
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como él son tentados. Fue tan firme como una roca en los buenos
principios y respondió a la tentadora: “¿Cómo, pues, haría yo este
grande mal, y pecaría contra Dios?”
Génesis 39:9
. Un poder moral
como el suyo es lo que se necesita ahora.
Si las mujeres quisieran tan sólo elevar sus vidas y trabajar con
Cristo, su influencia sería menos peligrosa; pero con sus sentimientos
actuales de despreocupación acerca de las responsabilidades del
hogar y de los requerimientos que Dios les hace, su influencia se
hace sentir con frecuencia en el sentido del mal, sus facultades son
empequeñecidas, y su obra no lleva la impresión divina. No son
misioneras domésticas, ni son tampoco misioneras fuera del hogar;
y frecuentemente el hogar, el precioso hogar, queda desolado.
Trate de vencer cada persona que profesa a Cristo, toda cobardía,
toda debilidad e insensatez. Algunos hombres nunca crecen hasta la
plena estatura de hombres en Cristo Jesús. Son infantiles y sensuales.
La piedad humilde corregiría todo esto. La religión pura no posee
características de complacencia propia e infantil. Es honorable en el
más alto grado. Por lo tanto, ninguno de los que son alistados como
soldados de Cristo vacile ni desmaye en el día de prueba. Todos
deben sentir que tienen que hacer una obra ferviente para elevar a
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sus semejantes. Nadie tiene derecho a descansar de la guerra que
tiene como fin hacer deseable la virtud, y odiado el vicio. No hay
descanso para el cristiano vivo antes de llegar al mundo eterno. El
obedecer a los Mandamientos de Dios es hacer lo recto y sólo lo
recto. Tal es la virilidad cristiana.
Pero muchos necesitan aprender frecuentes lecciones de la vida
de Cristo, que es el autor y consumador de nuestra fe. “Reducid
pues a vuestro pensamiento a aquel que sufrió tal contradicción
de pecadores contra sí mismo, porque no os fatiguéis en vuestros
ánimos desmayando. Que aun no habéis resistido hasta la sangre,
combatiendo contra el pecado”.
Hebreos 12:3, 4
. Debemos crecer en
la gracia cristiana. Manifestando mansedumbre bajo la provocación
y apartándoos de la bajeza terrenal, dais evidencia de que el Salvador
mora en vosotros, y cada uno de vuestros pensamientos, palabras y
actos atraerá a los hombres a Jesús más bien que a vosotros mismos.
Hay mucho trabajo que hacer, y poco tiempo en que hacerlo. Sea,
pues, la obra de vuestra vida inspirar en todos el pensamiento de que
tienen que trabajar para Cristo. Dondequiera que haya deberes que