Página 593 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 5 (1998)

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La apariencia del mal
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hogares quebrantados. Hay un extraño abandono de los principios
buenos, un rebajamiento de la norma de moralidad; están aumentan-
do rápidamente los pecados que atrajeron los juicios de Dios sobre
la tierra en ocasión del diluvio y la destrucción de Sodoma por el
fuego. Nos estamos acercando al fin. Dios ha soportado largo tiempo
la perversidad, pero su castigo no es menos seguro. Apártense de
toda iniquidad los que profesan ser la luz del mundo. Vemos mani-
festado contra la verdad el mismo espíritu que se vio en el tiempo
de Cristo. Por falta de argumentos bíblicos, los que anulan la ley de
Dios fabricarán mentiras para manchar y ennegrecer a los obreros.
Así lo hicieron con el Redentor del mundo; y así harán con quienes
le sigan. Serán presentados como verdad informes que no tienen el
menor fundamento.
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Dios ha bendecido a sus hijos que guardan sus mandamientos,
y toda la oposición y las mentiras que hayan de arrostrar no harán
sino fortalecer a los que defienden con firmeza la fe una vez dada
a los santos. Pero si los que profesan ser depositarios de la ley de
Dios vienen a ser transgresores de esa ley, el Señor les retirará su
cuidado protector, y muchos caerán por la perversidad y la licencia.
Entonces nos veremos de veras incapacitados para subsistir delante
de nuestros enemigos. Pero si los suyos permanecen separados y
distintos del mundo, como linaje que hace justicia, Dios será su
defensa, y no habrá armas forjadas contra ellos que prosperen.
En vista de los peligros de este tiempo, y como pueblo que guarda
los mandamientos de Dios, ¿no habremos de apartar de nosotros todo
pecado, toda iniquidad, toda perversidad? ¿No habrán de vigilarse
estrictamente a sí mismas las mujeres que profesan la verdad, a fin
de no estimular la menor familiaridad injustificable? Pueden cerrar
muchas puertas de tentación si observan en toda ocasión una reserva
estricta y una conducta apropiada. Hallen los hombres un ejemplo en
la vida de José, y manténganse firmes por los buenos principios, por
intensamente tentados que se vean. Debemos ser hombres y mujeres
fuertes por lo recto. Hay en derredor nuestro quienes son débiles en
fuerza moral. Necesitan estar en compañía de los que son firmes,
y cuyo corazón está íntimamente ligado al corazón de Cristo. Los
principios de cada uno serán probados. Hay quienes se exponen a
la tentación como un insensato a la corrección de la vara. Invitan al