Página 60 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 5 (1998)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 5
error. Habéis tratado injustamente a uno a quien debéis un agra-
decimiento que no reconocéis. Sois responsables por la influencia
que habéis ejercido sobre el colegio. Hay paz porque los estudiantes
lograron lo que querían. En otra crisis serán tan determinados y
perseverantes como lo han sido en esta ocasión; y si encuentran un
defensor tan hábil como lo han hallado en el Hno. _____, otra vez
lograrán sus propósitos. Dios ha estado hablando a los maestros,
estudiantes y miembros de iglesia, pero habéis puesto en olvido sus
palabras. Habéis creído mejor seguir vuestro propio curso de acción
sin tener en cuenta las consecuencias.
Como pueblo, Dios nos ha dado advertencias, reprensiones, y
amonestaciones a diestra y siniestra para que nos apartemos de las
costumbres y política del mundo. Requiere que seamos exigentes en
fe y carácter para alcanzar una norma mucho más avanzada que la de
los mundanos. El Hno. _____ llegó entre vosotros, sin conocimiento
de la manera en que el Señor ha obrado con nosotros. En vista de
que era nuevo en la fe, tenía casi todo por aprender. No obstante,
vosotros sin titubeos habéis coincidido con él en su criterio. Habéis
sancionado en él un espíritu y procedimiento que no tienen nada que
ver con Cristo.
Habéis estimulado un espíritu de crítica en los estudiantes que
el Espíritu de Dios ha querido reprimir. Los habéis inducido a la
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indiscreción. No es escaso el número de personas jóvenes entre no-
sotros que deben rasgos de carácter valiosísimos al conocimiento y
los principios que les fueron impartidos por el Hno. _____. Muchos
deben gran parte de su utilidad no sólo en la obra de la escuela
sabática, sino también en otros ramos de nuestra obra a la prepara-
ción recibida de él. Sin embargo, vuestra influencia ha fomentado
la ingratitud, y ha causado que los estudiantes desprecien las cosas
que debieran apreciar.
Los que no tienen que pasar por las pruebas particulares a que
otros están sujetos podrán lisonjearse de que son mejores que él.
Pero, colóqueseles a ellos en el horno de la prueba, y tal vez no lo
soporten tan bien como aquel a quien denuncian y malinterpretan.
Podemos saber muy poco acerca de las penurias del corazón
ajeno. ¡Cuán pocos hay que comprenden las circunstancias de la otra
persona! Por eso es tan difícil poder aconsejar a otros sabiamente.