Página 600 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 5 (1998)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 5
gracia transformadora se revele en la vida y el carácter. Entonces,
cuando os congreguéis, no será para criticaros unos a otros, sino
para hablar de Jesús y su amor.
Nuestras reuniones deben hacerse intensamente interesantes. De-
ben estar impregnadas por la misma atmósfera del cielo. No haya
discursos largos y áridos ni oraciones formales simplemente para
ocupar el tiempo. Todos deben estar listos para hacer su parte con
prontitud, y cuando han cumplido su deber la reunión debe clausu-
rarse. Así el interés será mantenido hasta el final. Esto es ofrecer a
Dios un culto aceptable. Su servicio debe ser hecho interesante y
atrayente, y no dejarse que degenere en una forma árida. Debemos
vivir por Cristo minuto tras minuto, hora tras hora y día tras día.
Entonces Cristo morará en nosotros, y cuando nos reunamos, su
amor estará en nuestro corazón, y al brotar como un manantial en el
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desierto, refrescará a todos y dará a los que están por perecer avidez
por beber las aguas de vida.
No debemos depender de dos o tres miembros para hacer la
obra de toda la iglesia. Deberíamos tener individualmente una fe
fuerte y activa, llevando a cabo la obra que Dios nos ha dejado para
hacer. Debe haber un interés vivo e intenso por inquirir de Dios:
“¿Qué quieres que haga? ¿Cómo haré mi obra para este tiempo
y la eternidad?” Debemos dedicar individualmente todas nuestras
facultades a buscar la verdad y emplear todos los medios asequibles
que nos ayuden en una investigación diligente y con oración de las
Escrituras; luego debemos ser santificados, a fin de salvar almas.
Debe hacerse en cada iglesia un ferviente esfuerzo para desechar
la maledicencia y el espíritu de censura, como algunos de los peca-
dos que producen los mayores males en la iglesia. La severidad y
las críticas deben ser reprendidas como obras de Satanás. La con-
fianza y el amor mutuo deben ser estimulados y fortalecidos en los
miembros de la iglesia. Cierren todos, por temor de Dios y amor
a sus hermanos, los oídos a los chismes y las censuras. Señalad al
que lleva chismes las enseñanzas de la Palabra de Dios. Invitadle a
obedecer las Escrituras y a llevar sus quejas directamente a aquellos
a quienes cree en el error. Esta acción unida comunicaría un raudal
de luz a la iglesia, y cerraría la puerta a un torrente de mal. Así
quedaría Dios glorificado y muchas almas se salvarían.