Página 601 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 5 (1998)

Basic HTML Version

El amor por los que yerran
597
La amonestación del Testigo fiel a la iglesia de Sardis es: “Tie-
nes nombre que vives, y estás muerto. Sé vigilante y confirma las
otras cosas que están para morir; porque no he hallado tus obras
perfectas delante de Dios. Acuérdate pues de lo que has recibido y
has oído, y guárdalo, y arrepiéntete”.
Apocalipsis 3:1-3
. El pecado
especialmente imputado a esa iglesia es que sus miembros no habían
fortalecido las cosas que quedaban, que estaban por perecer. ¿Se
aplica esta amonestación a nosotros? Examinemos individualmente
nuestro corazón a la luz de la Palabra de Dios, y sea nuestra primera
obra poner nuestro corazón en orden con la ayuda de Cristo.
Dios ha hecho su parte en la obra de salvar a los hombres, y
ahora pide la cooperación de la iglesia. Allí está la sangre de Cristo,
la Palabra de verdad, el Espíritu Santo, por un lado, y por el otro las
[575]
almas que perecen. Cada uno de los que siguen a Cristo tiene que
hacer una parte para inducir a los hombres a aceptar las bendiciones
que el cielo ha provisto. Examinémonos detenidamente a nosotros
mismos y veamos si hemos hecho esta obra. Indaguemos nuestros
motivos y cada acción de nuestra vida. ¿No hay muchos cuadros
desagradables grabados en la memoria? Con frecuencia habéis ne-
cesitado el perdón de Jesús. Habéis dependido constantemente de
su compasión y amor. Sin embargo, ¿no habéis dejado de mani-
festar hacia otros el espíritu que Cristo manifestó hacia vosotros?
¿Habéis sentido preocupación por aquel a quien visteis aventurarse
por sendas prohibidas? ¿Le habéis amonestado bondadosamente?
¿Habéis llorado y orado por él y con él? ¿Habéis demostrado por
vuestras palabras de ternura y actos bondadosos que le amabais y
deseabais salvarle? Mientras tratabais a aquellos que vacilaban y se
tambaleaban bajo la carga de sus propias flaquezas de disposición
y de sus hábitos defectuosos, ¿los habéis dejado pelear sus batallas
solos, cuando podríais haberles ayudado? ¿No habéis estado como
Caín listos para decir: “¿Soy yo guarda de mi hermano?”
Génesis
4:9
. ¿Cómo debe considerar la obra de vuestra vida la gran Cabeza
de la iglesia? ¿Cómo mira vuestra indiferencia para con los que se
extravían del buen camino, Aquel para quien toda alma es preciosa,
como comprada por su sangre? ¿No teméis que él os deje como los
habéis dejado a ellos? Tened por seguro que el verdadero Centinela
de la casa del Señor ha notado toda negligencia