Página 617 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 5 (1998)

Basic HTML Version

Una carta
613
de Dios. ¿Podrá usted entonces contemplar esos rostros con placer?
¿Escuchará la voz del gran Juez cuando diga: “¿Quién demanda esto
de vuestras manos?”
Isaías 1:12
.
Su esposa actual no ha tenido una experiencia religiosa profunda
en abnegación, desinterés, comunión con Dios y en creer la verdad.
Con facilidad podría ser conducida de la obediencia a Dios a la
transgresión. Sus hijos seguirán por donde los dirija su padre; y, a
menos que alguna providencia especial los rescate, la desobediencia
y la transgresión de ellos recaerán sobre el alma de usted. El Juez de
toda la tierra lo encara con esa santa ley cuyas exigencias usted no
ignora. Su carácter y los caracteres de su esposa y de sus hijos son
juzgados en base a esa norma sagrada de justicia. Usted ha hecho
que ellos desobedezcan, y la santa ley de Dios hace pesar su ruina
sobre usted. A través de diversos medios, con los cuales Satanás
está cabalmente familiarizado, usted ha obrado para el tiempo y la
eternidad al tratar de hacer que los demás crean que usted es un
hombre honrado al dejar la luz de la verdad. ¿Lo es de verdad? No,
no. Es un engaño, un terrible engaño. ¿Qué le contestará a Dios en
aquel día? Entonces sentirá un terrible pavor y temor de su Creador.
Usted procurará inventar alguna excusa por su procedimiento, pero
nada le vendrá a la mente. Comparecerá como culpable y condenado.
Quizá se enoje usted conmigo porque le he expuesto el caso de esta
manera, pero así es, y así sucederá con todos los transgresores de la
santa ley de Dios.
No pierda de vista esta verdad: “Doquiera esté, no importa lo que
haga, tú, oh Dios, me ves”. No es posible que el aspecto más pequeño
de nuestra conducta escape el escrutinio de Uno que dice: “Conozco
tus obras”.
Apocalipsis 2:2, 9, 13, 19; 3:1, 15
. Las profundidades de
cada corazón están abiertas a la inspección de Dios. Cada acto, cada
motivo, cada palabra, se nota claramente como si hubiera un solo
individuo en todo el universo y toda la vigilancia y escrutinio de
Dios se fijara en su comportamiento. ¿Violaremos, entonces, aun un
precepto de su ley enseñando a otros a proceder de la misma manera,
por medio de evasiones, afirmaciones y falsedades, en presencia del
mismo Dador de la ley? ¿Desafiaremos la sentencia ante la misma
[591]
faz del Juez? En esto hay una dureza que parece sobrepasar la peor
presunción humana. Yo sé, hermano mío, con quien tendré que