Página 618 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 5 (1998)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 5
encontrarme en el día del juicio, que usted no tendrá palabras ni
excusa por su defección reciente.
¡Oh, cómo pudiera yo presentar ante usted, y ante mis demás
hermanos, la necesidad de poseer una comprensión constante de
la presencia de Dios, lo cual lo dotaría de una capacidad tal de
controlar su vida, que su postura moral y religiosa ante el pueblo
sería muy diferente. Debemos alcanzar una norma más elevada.
Cada alma, en su ir y venir, en todas las transacciones comerciales
en todo tiempo y en todo lugar, debe actuar dándose cuenta de que
se mueve bajo la inspección de Dios y de los ángeles del cielo, y que
el Ser que juzgará la obra de todo ser humano para la eternidad, lo
acompaña a cada paso, observando todos sus actos y escudriñando
todas sus intenciones. Si existiera esta convicción, el conocimiento
de la presencia de Dios y del peligro de violar sus preceptos, se
posesionaría del ser entero. ¡Qué tremendo cambio se vería en el
hombre, qué cambio en sus asociaciones y cuántos males quedarían
sin realizarse! De personas de todos los niveles y de todas las edades
se escucharían exclamaciones como esta: “No puedo hacer este gran
mal y pecar contra Dios”.
¿Quién entrará por las puertas de la ciudad? “Bienaventurados
los que guardan sus mandamientos, para que su potencia sea en el
árbol de la vida, y que entren por las puertas en la ciudad”.
Apocalip-
sis 22:14
. Usted sabe cuáles son esos mandamientos tan bien como
yo. Amo su alma y el alma de su esposa y las almas de sus hijos
inocentes, y por eso es que me dirijo a usted en esta oportunidad.
Considere con cuidado por dónde tienden a andar sus pies. Tengo
más que decir, pero no ahora ¿Se dignaría escribirme y devolverme
la carta que contiene el sueño, como le pedí?
Suya con mucho dolor, pena y amor.
20 de abril de 1888.
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