Página 627 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 5 (1998)

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La confesión aceptable
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hubo un lamento profundo y desgarrador dentro de su alma porque
había entregado al Hijo de Dios para que fuese escarnecido, azotado
y crucificado; porque había entregado al Santo de Israel en manos
de hombres malvados y sin escrúpulos. Su confesión fue inspirada
solamente por un corazón egoísta y entenebrecido.
Después que Adán y Eva habían participado del fruto prohibido,
se llenaron de vergüenza y terror. Al principio, su único pensamiento
era cómo excusar su pecado ante Dios y escapar la temible sentencia
de muerte. Cuando el Señor le preguntó en cuanto a su pecado, Adán
respondía atribuyéndole la culpa en parte a Dios y en parte a su
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compañera: “La mujer que me diste por compañera me dio del árbol,
y yo comí”. La mujer le echó la culpa a la serpiente declarando: “La
serpiente me engañó, y yo comí.
Génesis 3:12, 13
. ¿Por qué creaste
la serpiente? ¿Por qué le permitiste entrar en el Edén?” Estas fueron
las preguntas que se daban a entender en las excusas que ofrecieron
por su pecado; de hecho, culpaban directamente a Dios por haber
caído. El espíritu de la justificación propia se originó en el padre de
las mentiras y se ha manifestado en todos los hijos e hijas de Adán.
Esta clase de confesiones no son inspiradas por el divino Espíritu
y no serán aceptables ante Dios. El verdadero arrepentimiento hará
que el hombre sobrelleve su propia culpa y que la reconozca sin
disimulo e hipocresía. Como el pobre publicano, que ni siquiera
se atrevía a levantar sus ojos hacia el cielo, se golpeará el pecho y
clamará: “Dios, sé propicio a mí, pecador” (
Lucas 18:13
); y los que
reconocen su culpa serán justificados; porque Jesús presentará su
sangre en favor del alma arrepentida
No constituye ninguna degradación para el hombre el inclinarse
ante su Hacedor y confesar sus pecados, y rogar por el perdón a
través de los méritos de un Salvador crucificado y resucitado. Es
algo noble reconocer la maldad ante Aquel que ha sido herido por la
transgresión y la rebelión. Es algo que nos eleva ante los hombres
y los ángeles; porque “el que se humilla será enaltecido”
Mateo
23:12
. Pero el que se postra ante el hombre caído y se explaya
confesando los pensamientos y las imaginaciones secretas de su
corazón, se deshonra a sí mismo degradando su hombría y rebajando
todo noble instinto de su alma. Al desplegar los pecados de su
vida ante un sacerdote corrompido por el vino y el libertinaje, su
norma de carácter se rebaja, y como resultado se contamina. Dios se