Página 628 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 5 (1998)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 5
degrada en su mente hasta asemejarse a la imagen de la humanidad
pecaminosa, por cuanto el sacerdote está como representante de
Dios. Es precisamente esta confesión degradante del hombre ante
el hombre caído la que es responsable del mal creciente que está
contaminando al mundo y preparándolo para la destrucción final.
Dice el apóstol: “Confesaos vuestras faltas unos a otros y orad
unos por otros, para que seáis sanados”.
Santiago 5:16
. Este pasaje
bíblico se ha interpretado para apoyar la práctica de ir a un sacerdote
en busca de la absolución; pero no tiene tal aplicación. Confesad
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vuestros pecados ante Dios, quien es el único capaz de perdonarlos,
y vuestras faltas unos a otros. Si habéis ofendido a un amigo o al
prójimo, debéis reconocer vuestro delito, y es su deber perdonaros.
Entonces habréis de procurar el perdón de Dios, porque el hermano
a quien heristeis es la propiedad de Dios, y al herirle pecasteis contra
su Creador y Redentor. El caso de ninguna manera se presenta ante
el sacerdote, sino ante el único Mediador, nuestro Sumo Sacerdote,
quien fue “tentado en todo punto, pero sin pecado”, y quien “puede
compadecerse de nuestras enfermedades” (
Hebreos 4:15
) y puede
limpiarnos de toda mancha de iniquidad.
Cuando David pecó contra Urías y su mujer, clamó a Dios por
el perdón. El declara: “Contra ti, contra ti solo he pecado, y hecho
lo que es malo delante de tus ojos”
Salmos 51:4
. Todo el mal que
se haya cometido contra los demás se extiende desde el injuriado
hasta Dios. Por lo tanto, David procura el perdón, no de parte de un
sacerdote, sino del Creador del hombre. El ora así: “Ten piedad de
mí, oh Dios, conforme a tu misericordia; conforme a la multitud de
tus piedades borra mis delitos”.
vers. 1
.
La verdadera confesión es siempre de carácter específico y reco-
noce pecados particulares. Pueden ser de tal naturaleza que deben ser
presentados solamente ante Dios, pueden ser ofensas que se deben
confesar a individuos que han sido dañados por causa de ellos, o
pueden ser de tipo general que deben ser presentados ante el pueblo.
Pero toda confesión debe ser definida y al punto, reconociendo los
pecados mismos de que sois culpables.
Cuando Israel estaba siendo oprimido por los amonitas, el pueblo
escogido hizo un ruego ante Dios que ilustra el carácter definido
de la confesión: “Entonces los hijos de Israel clamaron a Jehová,
diciendo: Nosotros hemos pecado contra ti; porque hemos dejado a