Página 634 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 5 (1998)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 5
es lo que el criterio limitado de seres finitos no anticipa. Se dispersan
las semillas del mal en las mentes y los corazones de los que las
escuchan y cuando están bajo la tentación, estas semillas germinan
y dan su fruto, repitiéndose así la misma triste experiencia. Los que
son tentados piensan que esos pecados no pueden ser tan penosos
porque ¿acaso no los cometieron los cristianos de experiencia que
hicieron esa confesión? De modo que, la confesión abierta de esos
pecados secretos dentro de la iglesia resultará en sabor de muerte y
no de vida.
No deben llevarse a cabo actividades en forma generalizada en
cuanto al asunto de la confesión, porque la causa de Dios puede
sufrir desprestigio ante la vista de los incrédulos. Si ellos escuchan
confesiones de una baja conducta realizada por los que profesan ser
seguidores de Cristo, se acarrea oprobio sobre su causa. Si Satanás
de alguna forma pudiera propagar la impresión que los adventistas
del séptimo día son la escoria de todas las cosas, lo haría con re-
gocijo. ¡Que Dios no se lo permita! Dios recibirá mayor gloria si
confesamos la corrupción secreta e innata del corazón sólo a Jesús,
que si abrimos lo recóndito que hay en él ante el hombre finito y
errante, el cual es incapaz de juzgar con rectitud, a menos que su
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corazón esté constantemente imbuído del Espíritu de Dios. Dios
conoce el corazón, aun todos los secretos del alma; entonces, no
virtáis en los oídos humanos el relato que sólo Dios debe escuchar.
Hay confesiones que son de tal naturaleza que deben ser llevadas
ante unas cuantas personas selectas y reconocidas por el pecador
con la más profunda humildad. El asunto no debe manejarse de tal
forma que vaya a convertirse el vicio en virtud y que se haga sentir
orgulloso al pecador por sus malos hechos. Si hay cosas de una
naturaleza deshonrosa que deben presentarse ante la iglesia, llévense
ante unas cuantas personas dignas que las escuchen, y no se exponga
la causa de Cristo a la vergüenza pública propagando la hipocresía
que ha existido en la iglesia. Ello traería oprobio sobre aquellos que
procuraban ser semejantes a Cristo en carácter. Estas cosas deben
considerarse.
Luego hay confesiones que el Señor nos pide que hagamos unos
a otros. Si habéis herido a un hermano en palabra o hecho, debéis
primero reconciliaros con él para que vuestro culto pueda ser acepta-
ble en el cielo. Confesad a los que habéis herido y haced restitución,