Página 646 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 5 (1998)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 5
cuando clamen a los montes y a las peñas: ‘Caed sobre nosotros y
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escondednos de la cara de Aquel que está sentado sobre el trono, y
de la ira del Cordero’.
Apocalipsis 6:16
.
“Pronto un ángel me ordenó que me levantara, y difícilmente
puede describirse la escena que vieron mis ojos. Delante de mí había
una compañía cuyos cabellos y ropas estaban desgarrados, y cuyos
rostros eran el mismo retrato de la desesperación y el horror. Se
acercaron a mí y restregaron sus ropas contra las mías. Al mirar mis
vestidos, vi que estaban manchados de sangre. Volví a caer como
muerta a los pies de mi ángel acompañante. No podía presentar una
sola excusa y anhelaba estar lejos de ese lugar santo. El ángel me
alzó y dijo: ‘Este no es tu caso ahora, pero esta escena ha pasado
delante de ti para hacerte saber cuál será tu situación si descuidas el
declarar a otros lo que el Señor te ha revelado’”. Con esta solemne
amonestación presente, salí a decir a la gente las palabras de reproche
e instrucción que Dios me diera.
Testimonios personales
Los mensajes que me eran dados para diferentes personas los
escribía frecuentemente para ellas, haciéndolo en muchos casos en
respuesta a su urgente pedido. A medida que mi obra se extendía,
esto llegó a ser una parte importante y pesada de mis labores. Antes
de la publicación del Testimonio n
o
15 [1868], me habían enviado
muchos pedidos de testimonios aquellos a quienes había aconsejado
o reprendido; pero me hallaba en un estado de gran agotamiento, por
causa de mis pesados trabajos, y rehuía la tarea, especialmente cuan-
do sabía que algunas de esas personas eran muy indignas, y había
muy poca esperanza de que las amonestaciones dadas produjesen
cambio decidido alguno en ellas. En ese tiempo fui muy alentada
por el siguiente sueño:
“Una persona me trajo una pieza de tela blanca, y me pidió que
cortase de ella vestidos para personas de todos los tamaños y de
todas las descripciones de carácter y circunstancias de la vida. Se me
dijo que los cortase y los colgase de modo que estuviesen listos para
ser hechos cuando los pidiesen. Tenia la impresión de que muchas de
aquellas personas para quienes debía cortar vestiduras eran indignas.
Pregunté si ésta sería la última pieza de tela que habría de cortar,
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