Página 663 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 5 (1998)

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Naturaleza e influencia de los testimonios
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Cuando en mi juventud acepté la obra que Dios me encomenda-
ba, recibí con ella la promesa de que contaría con la ayuda especial
del poderoso Ayudador. También se me encomendó la solemne
responsabilidad de presentar fielmente el mensaje del Señor sin ha-
cer distinción entre amigos o enemigos. Dios no hace acepción de
personas. Ya sea que trate con ricos o pobres, con encumbrados o
humildes, con sabios o ignorantes, el mensajero de Dios no debe
traicionar su responsabilidad sagrada.
“Que nadie piense que me retracto de algún claro testimonio que
he dado individualmente o en conjunto a los hijos de Dios, o que
lamento haberlo presentado. Si he cometido algún error, ha sido en
no reprender el pecado con mayor decisión y firmeza. Algunos de
los hermanos han tomado sobre sí la responsabilidad de criticar mi
obra y de proponer un método más fácil para corregir el error. A
ellos quiero decirles: “He adoptado los métodos de Dios y no los
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vuestros. Lo que he dicho o escrito en testimonio o como reprensión
ha sido expresado con toda claridad...
“Los que en cualquier forma aminoren el impacto de las pene-
trantes reprensiones que Dios me ha encomendado que presente,
deberán hacer frente a su obra en el juicio... A quienes han tomado
sobre sí la responsabilidad de censurarme, y que en su entendimien-
to limitado proponen un método que les parece más prudente, les
repito: No acepto vuestros esfuerzos. Dejadme con Dios y permitid
que él me enseñe. Recibiré las palabras del Señor y las transmitiré
a sus hijos. No espero que todos acepten la reprensión y reformen
sus vidas, pero de todos modos tengo que cumplir con mi deber.
Andaré humildemente delante de Dios y realizaré mi trabajo para
este tiempo y la eternidad.
“Dios no ha dado a mis hermanos la obra que me ha encomenda-
do. Se ha dicho que mi manera de presentar la reprensión en público
ha inducido a otros a ser cortantes, criticones y severos. Si es así,
ellos tendrán que dar cuenta a Dios de su actitud. Si otros asumen
una responsabilidad que Dios no les ha encomendado, si desatienden
las instrucciones dadas repetidamente por él mediante el humilde
instrumento de su elección, en las que insta a ser bondadosos, pacien-
tes y tolerantes, sólo ellos tendrán que dar cuenta de los resultados.
He cumplido mi deber desagradable hacia mis amigos más queridos
con mi corazón cargado de tristeza, no atreviéndome a agradarme a