Página 67 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 5 (1998)

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Los testimonios menospreciados
Healdsburg, California,
20 de junio de 1882.
Estimados hermanos y hermanas de Battle Creek,
Tengo entendido que el testimoni
que le envié al Hno. _____,
solicitando que fuese leído ante la iglesia, él lo retuvo sin presentarlo
durante varias semanas después de haberlo recibido.
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Antes de enviar este testimonio, mi mente fue de tal manera im-
presionada por el Espíritu Santo, que no tuve descanso de día ni de
noche, hasta que les escribí. No fue una tarea que yo misma hubiera
escogido para mí. Antes de morir mi esposo, decidí que no era mi
deber dar testimonio a nadie reprendiendo el mal o defendiendo el
bien, porque se aprovechaban de mis palabras para tratar ásperamen-
te a los que yerran y para exaltar a otros cuyo comportamiento yo no
había aprobado en lo mínimo. Muchos explicaban los testimonios a
su manera. La verdad de Dios no está en armonía con las tradiciones
humanas, ni se acomoda a sus opiniones. Es inmutable como lo es
su divino Autor, la misma ayer, hoy, y por los siglos. Aquellos que
se apartan de Dios llamarán luz a las tinieblas y error a la verdad.
Pero la oscuridad nunca llegará a ser luz, ni el error se convertirá en
verdad.
Las costumbres, prácticas e influencias mundanales han entene-
brecido y confundido de tal manera la mente de muchos, que han
destruido en ellos toda capacidad para discernir entre la luz y las
tinieblas, entre la verdad y el error. Yo albergaba poca esperanza
de que mis palabras fuesen comprendidas; pero al conmoverme el
Señor de una manera tan decidida, no fui capaz de resistir a su Espí-
ritu. Sabiendo que os estabais envolviendo en las redes de Satanás,
calculé que el peligro era demasiado grande para que yo guardara
silencio.
Durante años, el Señor ha estado presentando ante vosotros la
situación de la iglesia. Vez tras vez se os ha reprendido, y amones-
Se refiere al artículo anterior.
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